martes, agosto 22, 2006

ANIMALITOS... ELLOS.

Dudas

1- ¿Cariño?

2- ¿Ducha?


1- ¿ "Delicatessen" para el "gourmet" más selecto?

2- ¿Aprendiendo qué no se debe comer?

viernes, agosto 18, 2006

VOY A DORMIR

Le recuerdo,
como recuerdo la década de los 70.
Tiempos de juventud y de ilusión perdidas...

"Bajo el tejado de cristal,
duermen el odio y la pasión,
sueños de gloria y de poder,
calman su gris desolación.
Tristeza de amor,
un juego cruel,
jugando a ganar,
has vuelto a perder"

Recuerdo al cantautor
de "Cuerpo de ola",
oculto en la bruma...

"En la noche sin luna
temblores de alba
dibujarán sus besos
sobre tu cama.
Cascabeles de sangre,
peces de plata
cantaron por tu cuerpo
de seda y nácar".


Y recuerdo el último poema de Alfonsina Storni:

"Voy a dormir"

"Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme puestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Pónme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste,
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes,
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que te olvides. Gracias... Ah, un encargo,
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido..."

Duerme, Hilario.
Solo son mis recuerdos.

martes, agosto 15, 2006

TERRITORIALIDAD ENTRE HUMANOS

Curioso, muy curioso...
Puede parece una tontería.
Pero siempre veo las mismas reacciones en determinados casos.
Voy a poner un ejemplo sencillo:
Hoy hace sol y calor.
Es un día perfecto para ir a ponerse moreno.
¡Lo que es la moda!.
Pues nada. Preparo los bártulos y me escapo a la playa.
Una vez que llego a ella, solo tengo que buscar un lugar donde tumbarme en la arena.
Comienzo a andar hasta llegar al que considero un buen rincón.
Después de dar varias vueltas creo haberlo encontrado.
Por pura casualidad. ¿?.
Bueno. Por casualidad o por la causa que sea, "mi" sitio está equidistante de todos los otros sitios ya ocupados, que a su vez están también equidistantes del resto.
Estoy a gusto con el lugar escogido y comienzo a organizar todo para poder tumbarme relajado.
Coloco la toalla bien extendida y a ser posible sujeta con piedras si las hubiese a mano, luego la mochila, la sombrilla, los zapatos, ropa...
Todo bien colocado y puesto en una posición determinada que delimita el espacio que considero necesario.
Lo chocante es que todos los demás hacen lo mismo.
Puede que sea una forma de luchar contra la ansiedad.
La generada al intentar satisfacer la necesidad de una identidad propia, frente al anonimato general. Posiblemente...
Las malas caras comienzan a aparecer a medida que aumenta la cantidad de gente en la playa y disminuye el espacio a repartir.
Y es que lo que vale para la playa, también sirve para marcar con macetas el jardín de nuestras casas, poner cercas en las propiedades e incluso dibujar fronteras en los mapas.
Los etólogos (los que se dedican a analizar el comportamiento de los demás y encima se atreven a sacar conclusiones) dicen que es un problema de territorialidad.
Pues eso, Territorialidad. Palabra que implica la “exigencia involuntaria e impulsiva” que nos hace defender el territorio que ocupamos. Parte innata e instintiva de toda conducta animal.
Llevado al límite, el fervor patriótico sería una expresión humana del instinto de territorialidad existente en todo animal.
Pero algo falla en este planteamiento.
La explicación de la Territorialidad en la especie humana, como una respuesta instintiva y animal, no aclara la adquisición por un colectivo humano de más territorio del que necesita para su sostenimiento.
Eso que llamamos, Imperialismo.
La excusa para este comportamiento, era
que la existencia de un Estado solo quedaba garantizada cuando dispusiera del suficiente espacio para atender sus necesidades.
Es el llamado “Espacio Vital”. Lo que los alemanes denominaron como Lebensraum.
Pero claro, el territorio conquistado nunca es suficiente para las supuestas necesidades.
Alguno se inventó el Tercer Reich a su costa y se atribuyó el derecho moral de adquirir tierras ajenas con el fin de atender a sus supuestas necesidades territoriales.
Las nefastas consecuencias todos las conocemos.
No fueron los únicos, ni los últimos.
En el resto de los animales no se encuentra un equivalente para este comportamiento humano.
La territorialidad humana es distinta de la animal, o al menos, mucho más compleja. Es una característica desarrollada en paralelo con la evolución cultural de las sociedades humanas. Una construcción, una estructura de origen cultural, simbólica y por tanto social.
El individuo humano toma conciencia de estar en un territorio que considera como propio, único, diferente y superior. Al compartir esta identidad con otros individuos pertenecientes a “su” tribu, asume con ellos que son únicos, diferentes y superiores.
Características que nadie podrá quitarles.
Quien lo intente será considerado inmediatamente como un enemigo opresor.
El compartir estas ideas incluso les mantiene y afianza en sus convicciones.
No solo tienen sensación de pertenencia a un territorio que consideran de su propiedad, sino que también asumen las características culturales del grupo social y el comportamiento específico dentro de ese territorio.
La Territorialidad humana, como construcción social, se modifica con el tiempo, se adapta a las circunstancias, está imbricada con el poder, el orden y los valores sociales.
El declive de los valores sociales, como concesión a la territorialidad, tiene el peligro de que todos los habitantes de un territorio se identifiquen con el concepto de un Estado-nación cerrado en si mismo.
Esto puede llevar a la justificación y legitimación de una guerra con la única excusa de la defensa de "su" territorio nacional.
Curioso, muy curioso...

domingo, agosto 13, 2006

JAULA PARA RATONES

Solo durante tres días.
Quise hacer un pequeño experimento.
No fue nada fácil.
En algunos momentos creí que no iba a poder lograr llegar al final.
Hubo algunos instantes que estuve a punto de caer en la tentación y dejarlo.
Pero al final lo logré.
He estado, tres días seguidos, ausente.
Ausente y apartado de todo lo que podríamos llamar una noticia.
Decidí que no iba a escuchar, mirar o leer ninguna noticia nueva durante tres días.
Pude llegar a un "acuerdo" conmigo para no oír la radio, ni encender la televisión, ni leer ningún periódico que estuviese al alcance de mis manos.
Mantuve cerrado el ordenador.
No miré si había cartas o propaganda en el buzón.
Incluso apagué el móvil.
En setenta y dos horas, realmente no estuve para nadie.
¿Probaron a hacerlo?. Inténtenlo.
A las seis horas de comenzar el experimento ya tienen "mono".
En mi caso. Cuando acabaron los tres días, fui directo al mando de la televisión.
Le di al "ON" y no paré de "zapinear" hasta llegar a un canal con noticias.
A medida que estas entraban por mis sentidos, comencé a notar una enorme calma.
Empecé a sentirme relajado.
De nuevo volvía a girar "la rueda de ejercicios" dentro de la jaula.
Y me di cuenta que todo estaba en perfecto orden.

viernes, agosto 11, 2006

CUANDO EL BOSQUE SE QUEMA

¿Realmente se está produciendo un Cambio Climático?
¿Tenemos parámetros objetivos que demuestren realmente que ese cambio está sucediendo?.
Si sucede. ¿A que velocidad y con que intensidad lo hace?.
¿Ocurre en todos los sitios o solo en zonas muy limitadas del globo terráqueo?.
¿Perdurará e irá en aumento o acabará estabilizándose?
Todas estas preguntas y otras muchas llevan intentando contestarlas los científicos que se dedican a estudiar esta disciplina desde hace ya bastantes años.
Nuestro corto tiempo de vida no nos da la perspectiva suficiente para poder estimar si las modificaciones que apreciamos en el Clima son estables o pequeñas fluctuaciones recuperables en un corto periodo de tiempo.
Es muy posible que las variables a tener en cuenta sean demasiadas y resulte imposible manejar y evaluar tan enorme cantidad de datos.
Puede que sus resultados estén, en algunos casos, influidos por ciertos intereses espurios.
Pero sus estudios no aportan demasiadas soluciones clarificadoras a los problemas planteados.
Bueno, dejemos que los muertos entierren a los muertos.
El resto del mundo, la gente corriente, que pasea por la calle y mira al cielo para ver si hoy habrá más suerte y llueve un poco, o para ver si por fin va a dejar de llover.
Pues eso. Nosotros.
Nosotros empezamos a asumir que eso que se llama Cambio Climático puede ser una innegable y seria realidad.
Y es que empiezan a salpicarnos las consecuencias.
Sequías, lluvias torrenciales, violentos tornados, huracanes y ciclones, inviernos y veranos con temperaturas extremas.
Todo ello nos hacen pensar que algo grave puede estar pasando.
Por lo que respecta a nuestra limitada zona del sur de Europa, la sequía nos agobia. Y como resultado los incendios están a la orden del día.
El poco bosque que aún queda sin talar esta siendo consumido por las llamas.
Lo pirómanos e incendiarios están haciendo su agosto (nunca mejor dicho).
Los primeros con su tendencia patológica para provocar fuegos de forma deliberada y consciente, buscando el placer malsano que sienten al encender fuego, presenciar sus efectos y participar en sus consecuencias.
Los segundos buscando hacer daño, con afán crematístico o a saber con que otras oscuras pretensiones.
Al final el resultado es el mismo.
Donde antes había un bosque, en poco tiempo solo queda tierra abrasada.
Sin solución a corto ni medio plazo.
Estamos tirando la estabilidad futura de nuestro entorno.
Como siempre, nadie quiere cargar con la culpa.
Los políticos se llenan la boca de buenas palabras y promesas.
El resto nos dejamos llevar por la desidia o el fatalismo.
Solo aquellos que, con escasos medios, arriesgan sus vidas intentando apagar el fuego, aportan algo entre tanta sequía de ideas como de agua.
Lo único claro entre la gran humareda resultante, es que si no hacemos algo y pronto por detener el profundo deterioro de nuestros ecosistemas, en pocos años podremos decir que... “El Sahara si empieza en los Pirineos”.

martes, agosto 01, 2006

TRAJES BLANQUEADOS


Ayer volví a “Tara”.
Bueno, no...
No fue a ese mítico lugar donde fui... pero estaba muy cerca...
Realmente di un paseo por la vieja ciudad de Nueva Orleans y alrededores, poco tiempo antes de que diera comienzo la guerra de Secesión Americana, con sus habituales conflictos entre el Norte y el Sur, y el terror de la fiebre amarilla como trasfondo.
Y es que volví a disfrutar con la visión de la “casi” obra maestra del Séptimo Arte, "JEZABEL", del gran William Wyler.
Aún sigo viendo, en mi retina, el color ROJO brillante de los pliegues del vestido de Julie Marsen (una insuperable Bette Davis) dar vueltas y vueltas al compás de una música impactante y tensa (excelente Max Steiner) en el baile de sociedad donde, según la tradición, todas las mujeres debían vestir de blanco, aunque la película fue realizada en un precioso y cuidado “blanco y negro”.
Las causas por las que la protagonista se puso un traje rojo en vez de uno blanco no vienen al caso. Pero si sus consecuencias.
No voy a hablar de la descripción que se realiza en la pelicula de la sociedad esclavista sureña de aquella epoca.
Ni de sus reglas de juego o sus códigos de honor caducos y trasnochados para nuestra época pero, posiblemente, válidos para la suya.
Tampoco voy a entrar en el poder que tiene cualquier sociedad, incluida la actual, para “reconducir” una conducta que considera “inapropiada” para sus propias pautas preestablecidas.
Solo me interesa remarcar en este momento, lo hipócrita que puede llegar a ser la sociedad que nos rodea y de la cual somos integrantes.
Todos presumimos de ser abiertos, condescendientes, liberales, tolerantes, homófilos, desprendidos, flexibles, benévolos, antirracistas, etc...
Pero seguimos dejando que el traje ROJO escarlata, de vueltas y vueltas solo, en el centro de la pista, mientras nosotros, con nuestros trajes blanqueados, nos apartamos discretamente en cuanto notamos que se acerca demasiado a nuestras cómodas existencias.