jueves, diciembre 27, 2007

GUADALQUIVIR


Los próximos días serán, si nadie lo remedia, para que la red descanse.
Prometo no hacer uso de ella.
Bueno, solo un poco y solo si se tercia.
Vamos, lo justito que me permita el móvil.
El próximo año espero volver con más fuerzas.
Tengo ganas de ver, otra vez, la que dicen es la Catedral más grande de España.
Hermosos recuerdos guardo en la memoria.
Para todos, ¡¡ buena salida y entrada de año!!.

martes, diciembre 25, 2007

CUENTO DE NAVIDAD


Tradición obliga.
Como todos los años por estas fechas, cuando faltan unos días para que sea Navidad, suelo montar un pequeño nacimiento de barro sobre la mesa en el salón de mi casa. Son figuras pequeñas, pero están bien moldeadas y policromadas con delicadeza.
En el montaje intento ser lo más realista posible. No falta el grupo de pastores que parecen conversar a la luz de una hoguera, ni los Reyes Magos sobre sus camellos camino del palacio de Herodes.
Incluso tiene un pequeño lago con agua, en cuyo borde está arrodillada una figura de lavandera haciendo su trabajo. Muy cerca la rueda de un viejo molino da vueltas sin cesar gracias a un oculto mecanismo eléctrico.
En el pesebre, la mula y el buey acompañan a José y María.
El Niño aún no está, lo coloco el día 25 al levantarme por la mañana después de dormir. Hasta ese día, siempre dejo vacia la pequeña cuna de paja.
Este año, como es costumbre, hice lo mismo. Mi hermoso nacimiento volvió a lucir en todo su esplendor sobre la mesa. Un año más.
Ayer fue víspera de Navidad. Después de la típica cena hogareña, cercana la medianoche, la familia se despidió para volver a sus respectivas casas.
El exceso de comida, los muchos dulces y licores hacen su efecto adormecedor y la cama pronto se agradece.
Rápidamente caigo en un sueño profundo hasta que unas voces nerviosas y algo subidas de tono, me despiertan.
Ante mi confusión y sobresalto, intento calmarme. Escucho con atención y me doy cuenta que las voces vienen del salón.
Con mucho sigilo me acerco hasta allí, me asomo a la puerta y miro dentro. Veo que unos hombres de aspecto rudo, quizás pastores, están hablando entre ellos en voz alta alrededor de una hoguera.
Al parecer, en un pesebre cercano, una pobre mujer está a punto de dar a luz sin que nadie la ayude.
Sin pensarlo dos veces, me uno al grupo y partimos en dirección al establo con intención de ayudar en lo posible.
Por el camino nos encontramos con una lavandera que volvía del río de lavar su ropa. Le comentamos el problema y se brindó a colaborar en lo que pudiese.
Cuando llegamos al establo, la joven estaba tumbada en el suelo, con cara de sufrimiento y en plenas contracciones. Su marido, muy nervioso, poco hacía para mejorar la situación.
La lavandera, más experimentada, enseguida se hizo cargo y pidió que rápidamente calentásemos agua. Luego dijo que le diésemos los paños blancos que acababa de lavar en el rio. Sin ninguna contemplación, nos obligó a todos a salir afuera con cajas destempladas. Incluso al futuro padre.
Nerviosos esperamos fuera. El tiempo pasaba lentamente. Hacía frío. El cielo estaba estrellado. Notamos que sobre nosotros, una estrella brillaba con más intensidad.
De repente, el agudo llanto de un niño se oyó en el interior del cobertizo. Indecisos nos miramos a la cara, no sabíamos que hacer. Al final, la curiosidad pudo más que la prudencia y todos entramos con rapidez. Una vez dentro, vimos a un hermoso niño descansando en los brazos de su madre, mientras la otra mujer se afanaba en ordenar y limpiar todo a su alrededor.
Tras las felicitaciones a los padres y las carantoñas al Niño. Sonrientes, los pastores y yo, volvimos sobre nuestros pasos.
De nuevo sentí que el sueño hacía mella en mi, y decidí volver a la cama.
Hoy ya es Navidad.
Despierto con la sensación de haber dormido poco y recordando vagamente el sueño tan extraño que tuve.
Después de la ducha, me visto, y voy hasta el salón.
Al llegar allí, me fijo en mi Nacimiento.
Sobre la pequeña cuna de paja se encuentra la hermosa figurita del Niño. María y José le contemplan sonrientes. La lavandera está a su lado, inmóvil, en actitud de cubrirlo con un paño blanco.

lunes, diciembre 24, 2007

UNA MOTA DE POLVO


Una mota de polvo.
Oculta en la oscura esquina del bolsillo de mi chaqueta de lana.
Muy pequeña, casi diminuta. Cercana a otras muchas, semejantes, empáticas.
La extraigo con dificultad y logro colocarla sobre la punta del dedo índice de mi mano. Al trasluz puedo verla algodonosa, blanquecina.
Fijo mi vista en ella. Fuerzo el enfoque. Noto un ligero mareo pasajero.
Tengo la sensación de penetrar en el interior de la pequeña bolita. Siento como crece, como aumenta de tamaño. Cambia la luz y sube el brillo con multitud de explosiones luminosas. Lo que en un principio parecían minúsculos hilos de algodón, al expandirse, se transforman en enormes bandas multidimensionales con infinidad de cuerpos globulares, densos y brillantes.
Un sinfín de objetos de diferentes tamaños y colores. Unos gigantescos, otros más pequeños. Oscuros o luminosos. Fríos o candentes.
Millones de masas flotando en una negrura infinita, moviéndose en veloces remolinos. Agrupados en hermosos racimos refulgentes. Pasan veloces, se acercan y crecen para luego disminuir rápidamente de tamaño al alejarse. Imágenes inéditas y extrañas. Algunas parecen conocidas, incluso habituales.
A lo lejos, una masa vaporosa, elíptica, diáfana y fulgente. Semejante a otras muchas, pero distinta. Infinidad de cuerpos llameantes agrupados en torbellinos de espirales.
En uno de sus brazos un pequeño punto luminoso. Se hace más intenso, más grande.
Pasan cercanos hermosos cuerpos esféricos de distintos tamaños. Unos pocos rodeados de múltiples anillos de roca, hielo y polvo. Algunos azulados, otros rojizos; con multitud de bandas gaseosas, de atmósferas convulsas.
De repente, una hermosa esfera azul resalta en la inmensidad de la negrura. Atrás queda el cercano satélite perlado por cráteres de impacto.
Nubes grises ocultan la verde superficie. Velocidad de vértigo en la caída, el suelo se acerca resuelto e impetuoso. Edificios, calles, coches, gente caminando.
Me veo mirando mi mano que parece señalar al cielo. Mis ojos escrutan una pequeña mota de polvo en la punta de mi dedo.

viernes, diciembre 21, 2007

CIENCIA Y/O RELIGIÓN

Entrada al "Museo de la Creación".

Adán en el Paraíso, con corderito y todo. No se pierdan el pingüino en primer plano, no tiene desperdicio.

Familia feliz. Adán, Caín y Abel. Poco antes de liarse, los dos últimos, la manta a la cabeza.

Medidas exactas, según indica la Biblia, metro más, metro menos.

¿Se fijan en los dinosaurios como suben por la rampa? ¡¡¡ No se ahogaron todos!!!
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Después de la anterior entrada con cierto humor, ahora una más ¿seria?.
Miedo me da la noticia que acabo de leer.
Por los EEUU profundos, en la zona de Kentucky del Norte, se han montado una "cosa" que algunos se atreven a llamar "Museo". Con el añadido "de la Creación" para más señas.
Y se llena, ¡oiga!. Se venden entradas como rosquillas. No es un cuento.
Pongo algunas de las fotos bajadas de internet. Reconozco que el tinglado está bien montado.
Si quiere pasar una tarde en plan cachondeo, no tiene otra cosa mejor que hacer y le sobra el dinero, dicen que se puede ir. Yo no me arriesgaría.
Si alguien se atreve, debería ir con unas bases científicas bien asentadas, mente abierta y gran espíritu crítico.
Lo drámatico es el efecto manipulador que pueden tener este tipo de tonterías pseudocientíficas, que "venden" envueltas en un hermoso papel de celofán, en las mentes de los niños, y no tan niños, que visitan a diario este circo.
Si asumen que la Tierra se creó en 6000 años y que los estratos del cañon del Colorado se formaron por los sedimentos que dejó el agua al retirarse el Diluvio Universal, pueden creerse cualquier cosa que les diga el primer político que aparezca vendiendo motos sin ruedas en cualquier canal de televisión.
Claro que igual de eso se trata.
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Otra cosa sería que yo quisiera meterme en camisa de once varas. No tentaré al Diablo.
Voy a dejar a Dios en paz...
Y a dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.
Que "Eu non creo nas meigas, pero habelas hainas".

jueves, diciembre 20, 2007

SANTA BÁRBARA CUANDO TRUENA

Paseaba un ateo relajadamente por un hermoso bosque admirando el maravilloso “accidente” de lo que algunos llaman “creación”, cuando de repente escuchó el ruido de fuertes pisadas a su espalda.
Con cierto temor miró hacia atrás y notó que un enorme oso le seguía los pasos. Aceleró la marcha intentando alejarse del animal, pero fue en vano.
El oso con mirada fiera cada vez estaba más cerca y sus intenciones no parecían nada amistosas.
El hombre echó a correr, pero el animal fue mucho más veloz y pronto le dio alcance. El pobre tipo cayó al suelo y rápidamente fue inmovilizado por el oso con su fuerte zarpa izquierda mientras levantaba amenazante la derecha con la clara intención de acabar la faena.
En ese momento el ateo lleno de terror exclamó:

-¡Oh, Dios mío, ayúdame!

En ese preciso instante, el Tiempo se detuvo. La zarpa amenazante del oso, el agua del rio, el vuelo de los pájaros, el ruido del viento. Todo el bosque quedó sumergido en el más absoluto silencio. Todo quedó paralizado.
De repente las nubes se abrieron y un rayo de luz atravesó el cielo iluminando al hombre y al oso mientras se oía una profunda voz que decía:

-Tú negaste mi existencia durante muchos años, te atreviste a enseñar a otros que yo no existía y redujiste la "creación" a un mero “accidente cósmico”.
-¿Esperas que ahora te ayude a librarte de esta muerte segura?.
-¿Puedo pensar que tengas fe en mí?.

El ateo miró directamente a la Luz y dijo:

-Sería hipócrita por mi parte que, de pronto, me pases a tratar como un verdadero creyente.
-Mas... Tal vez... ¿Puedes volver al oso creyente?.

Antes de cerrarse las nubes y desaparecer la luz, la voz dijo:

-Muy bien, haré que se cumpla tu voluntad.

En eso momento el rio volvió a serpentear entre las rocas, los pajaros volvieron a revolotear alrededor de los arbustos y se escucharon de nuevo todos los ruidos del bosque.
El oso recogió sus patas y puso sus zarpas en posición orante. Hizo una leve pausa, bajo la cabeza y dijo:

-Señor, bendice este alimento que ahora voy a comer. Amén.

miércoles, diciembre 19, 2007

sábado, diciembre 15, 2007

MI HERMOSA XANA


Era una preciosa tarde al final del verano.
Las hojas de algunos árboles comenzaban a volverse amarillentas anunciando la llegada de una nueva estación. Los rayos de sol atravesaban la espesura del bosque y se filtraban entre las ramas formando pequeños claroscuros en el espeso musgo que cubría las piedras.
Hacia bastante tiempo que había dejado el coche aparcado en un claro cerca del rio, justo donde terminaba el irregular camino.
Llevaba más de dos horas caminando, sin prisa, en dirección contraria al pequeño riachuelo que serpenteaba alegremente entre las rocas. Alguna vez tuve que alejarme de la orilla para sortear el tronco caído de un viejo árbol.
Por un momento, entre los arbustos, pude ver un pequeño corzo que rápidamente desapareció asustado al notar mi presencia.
Los sonidos del bosque fueron aumentando a medida que ascendía siguiendo el curso del arroyo. Podía oír el alegre canto de los pájaros, el susurro de la suave brisa, el zumbido de los pequeños insectos saltando de flor en flor.
Incluso creí percibir el tenue aleteo de las inseguras mariposas intentando sortear las finas y retorcidas ramas de los matorrales.
Sentí que aumentaba la humedad del ambiente mientras una leve niebla se filtraba cubriendo poco a poco toda la espesura.
En una pequeña vaguada, el cauce del riachuelo se remansaba en un pequeño estanque rodeado de frondosos helechos que se reflejan en el agua.
Hacía calor. Estaba sudando tras el esfuerzo de la caminata y me apetecía darme un baño.
El entorno invitaba a ello. Me quité la ropa dejándola sobre una seca y desnuda roca. Poco a poco me metí en el agua y dejé que fuese cubriendo todo mi cuerpo. Enseguida me acostumbré a su tibieza. Estuve bastante tiempo dentro del agua hasta que la temperatura hizo mella en mi organismo.
Salí del agua y me tumbé sobre el suave musgo mientras agradecía el calor de los rayos del sol sobre mi piel. Cerré los ojos y me dejé llevar por los murmullos del bosque.
Al poco tiempo, creí percibir un fascinante sonido distinto a los demás. Era el sugerente y seductivo canto de una voz humana.
Rápidamente intenté buscar con la vista de donde venía tan hermosa melodía.
En un recodo del riachuelo, debajo de un enorme tronco que protegía la pequeña entrada a una oscura cueva, estaba sentada una atractiva muchacha. Sus largos cabellos rubios cubrían, en parte, su hermoso cuerpo desnudo.
Me miró con aparente timidez, y en el fondo de sus ojos verdes percibí una mirada dulce y afectuosa. Quedé inmóvil mirando embelesado su figura, mientras se acercaba con movimientos armoniosos.
Se puso de rodillas a mi lado. Deslizó su delicada mano por mi mejilla y un escalofrío de placer recorrió mi cuerpo.
Pronto olvidé mi timidez colaborando con sus caricias. Nuestras miradas se unieron en un abrazo que me pareció eterno, mientras su cuerpo se fundía con el mío. Besos, caricias, suspiros contenidos.
Gotas de sudor se deslizaban brillantes por nuestras espaldas contraídas. Fue una sinfonía de movimientos rítmicos, excitados, palpitantes.
Convulso fluir de fluidos. Un universo infinito tras la fusión de dos cuerpos, de dos espíritus en uno.
Al poco una caricia comedida, un delicado beso de unos labios que se unen. Abrazados, relajados sobre la mullida capa vegetal que nos protege.
Solo el tenue manto de la niebla ocultaba nuestros cuerpos. Pronto mi mente relajada se dejó llevar por un sopor que semejaba la inconsciencia.
Los últimos rayos del sol se ocultaron y el relente del atardecer hizo que volviese a la realidad desde mi sueño.
Miré alrededor, me rodeaba el mismo paisaje conocido. Pero la luz era distinta. Los cálidos colores habían desaparecido y fueron sustituidos por un sinfín de grises y azules difuminados.
De la hermosa muchacha nada quedaba.
Con tristeza en el alma y frío en la piel, me dispuse a vestirme.
Miré hacia el agua remansada y en uno de sus reflejos creí ver la mirada pícara y sonriente de una hermosa joven de cabellos dorados.


miércoles, diciembre 12, 2007

LAS LLAVES

Estoy casi seguro.
Las había dejado sobre la dichosa mesa de la cocina. Fue el típico olvido. Me di cuenta a tiempo y volví a buscarlas antes de salir.
No es la primera vez que olvido las llaves dentro de casa. Como solución en estos casos, más frecuentes de lo deseado, tengo un par de copias repartidas por la familia.
Pero no es nada agradable tener que molestar. Y menos tener que observar la sonrisa entre irónica y divertida que ves en el familiar cuando te entregan la copia.
Incluso a veces se atreve a decir que no se me olvide devolverlas.
Bueno, como iba diciendo, estaba seguro que las había olvidado sobre la mesa. Al volver a por ellas, me di cuenta de que no estaban donde teóricamente las había dejado. Busqué dentro de mis bolsillos. En los de la chaqueta, pantalón y camisa.
Luego miré bien por toda la cocina sin lograr encontrarlas. Alrededor de la mesa, bajo ella, en las sillas.
Abrí el horno. ¿Cómo pude pensar que las hubiera metido dentro del horno?.
Incluso miré dentro de la lavadora y de la nevera. Nada.
Cuanto más buscaba, más seguro estaba de que era sobre la mesa donde las había puesto. Pero sobre el granito gris de la mesa solo había unas pequeñas migajas de pan en una esquina. Mínimos restos del anterior desayuno.
Decidí buscar por el resto de la casa. Revolví cajones, armarios. Entré en los baños. Pensé en todo lo que había hecho anteriormente, desde que me levanté hasta esos momentos. Volví sobre mis pasos intentando adivinar que movimientos inconscientes había realizado.
Mi ansiedad fue aumentando por momentos. Las llaves habían desaparecido y no lograba dar con ellas. En la búsqueda, encontré multitud de cosas que ya no recordaba que tenía guardadas. Pero las dichosas llaves seguían sin aparecer.
Sabía que en cuanto dejase de buscar aparecerían en el lugar más inesperado.
Cansado y nervioso, volví de nuevo a la cocina. Al entrar en ella miré con cierto desdén de nuevo hacia la mesa.
Y allí estaban. Las malditas llaves. Sobre el granito gris. Justo en el centro de la mesa.
Al momento supe que siempre habían estado allí. Esperándome.

SINFONIA DEL NEGRO










domingo, diciembre 09, 2007

MARY CHRISTMAS

Llega la Navidad.
Todo y todos parecen empeñados en demostrar que así es. Los adornos con luces ecológicas alumbran las calles. Mientras paseo me fijo en ellos.
Tengo la impresión que cada vez son menos las calles iluminadas con los colgantes luminosos y la potencia de sus luces es menos intensa que en años anteriores.
Supongo que la economía no está para demasiados excesos. Ocultar la oscuridad de las largas noches invernales cada vez nos cuesta más caro.
A la vista está. En todos los sentidos. Sobre todo a la vista.
A los escaparates les pasa lo mismo. Lo mismo que a los bolsillos.
Tienen menos luz y mucho más frio que en la calle. Ya sabemos que el tiempo está un poco loco por estas latitudes y se empeña en hacer lo contrario de lo esperado.
Miro los escaparates mientras tarareo inconscientemente la “Promenade” de “Cuadros de una exposición” del gran Mússorgsky. Cuestión de gustos.
Me fijo y veo que casi no hay ningún "Nacimiento", lo que también se llama un “Misterio”. La idealización de una familia.
Ahora casi todas son representaciones del viejo Papá Noel, algunos gnomos, chispeantes mariposas, estrellas relucientes de purpurina y multitud de espumillones brillantes cubriendo tejos, pinos y abetos de distintos tamaños y colores.
Queremos borrar los mitos de una vieja y desgastada religión, y con ellos la cultura a la que están unidos, sustituyéndolos por otros más antiguos, pero no por ello menos discutibles.
Solo cambiamos un artificio por otro.
Si parece que unos pierden su valor, se sustituyen por otros.
Lo único importante es continuar formando parte del engranaje, de la maquinaria. Seguir siendo otra de las muchas y pequeñas piezas dentadas que hacen que la gran máquina siga funcionando. Bien engrasada por el siempre presente y poderoso dinero. Sin opción a huir salvo que sea hacia adelante.

jueves, diciembre 06, 2007

LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON

Rara vez me ocurre.
Casi nunca suelo recordar los sueños.
Estoy seguro que los tengo casi todas las noches pues algunas veces logro recordar pequeños fragmentos, mínimas partes de un todo. Pero esto solo pasa cuando me despierto a los pocos instantes de haber soñando.
Esta madrugada me ocurrió.
De repente desperté con una desagradable sensación de angustia.
Tuve la impresión de seguir durmiendo, pero pronto me di cuenta de que no era así. Con los ojos medio cerrados, miré el reloj para ver la hora que era. Creo que eran las cuatro.
Luego miré al techo de la habitación. Pero no estaba donde se suponía que debía de estar. Sentí cierto temor. Era muy extraño. El techo había desaparecido. En su lugar veía un negro y profundo abismo. Y yo flotaba en él sin que nada ni nadie me sujetase.
Giré el cuello mirando hacia los lados. Solo vi una enorme y agobiante oscuridad.
Entre tanto vacío, y muy lejanas, pude percibir unas diminutas luces distribuidas al azar.
Todo el entorno acabó siendo familiar. Me recordaba las películas en las que aparecía el oscuro espacio sembrado de estrellas.
Acabé aceptando, en mi absurda lógica, que estaba en medio del vacío espacial.
Sin ninguna gravedad. Flotando. Silencioso.
Necesité cerrar los ojos durante unos segundos para que desapareciese la desagradable náusea que me vino a la boca.
Era semejante a hacer submarinismo, pero sin agua.
Miré en dirección a mis pies en un vano esfuerzo de encontrar el suelo. Lo único que logré fue que aumentase el mareo.
Volví de nuevo a cerrar los ojos. Al abrirlos, note la existencia de un objeto circular flotando en el espacio que aumentaba de tamaño por momentos. Tenía un difuso color cobrizo, ocre, y su superficie estaba llena de multitud de cráteres de distintos tamaños. Enormes grietas y desfiladeros serpenteaban en las planicies semejando cuencas de viejos y desaparecidos rios.
Me resultó conocido. Su aspecto era idéntico a las imágenes que tengo en la memoria de las fotos enviadas por las últimas sondas que giran alrededor del planeta Marte.
Pero lo que estaba viendo parecía mucho más nítido. Más real.
Sin proponerlo, ante mi asombro, el hipotético planeta continuó aumentando de tamaño. Pronto la curvatura del rojizo horizonte se fue aplanando y noté el frio de su atmósfera rozar mi cara. Con rapidez el suelo se fue acercando a mis pies. Quise gritar, pero el pánico agarrotó mis cuerdas bucales. Logré articular un agónico sonido gutural.
Luego solo oí mi silencio oculto por el sonido del viento.
Fue increíble, pero pronto noté que mis pies se posaban con suavidad en el árido y polvoriento suelo.
Poco a poco me fui calmando.
Observé que multitud de piedras grisáceas, de diferentes tamaños, estaban esparcidas por toda la superficie que me rodeaba.
Levanté mis ojos y vi que el Sol, de un tamaño mucho más pequeño al esperado, iluminaba el cielo de un color amarillo pálido.
La curiosidad superó mi temor ante lo desconocido.
En un arranque de audacia me agaché y con la mano agarré un puñado de aquella sustancia que parecía arena y que cubría todo el suelo. Al instante noté que aquella sustancia se movía. Parecía estar viva. E intentaba escurrirse entre mis dedos. Quise impedirlo apretando con más fuerza mis dedos, cerrando con más intensidad la mano.
En ese momento sentí un dolor agudo en todo el brazo. Fue una punzada que llegó hasta lo más profundo de mi cerebro como una severa advertencia. Un dolor tan intenso que hizo que despertase bruscamente.
De repente me di cuenta. Aún estaba acostado. En mi habitación. Las paredes y el techo seguían en su sitio.
Respiré hondo. Todo había sido un desagradable sueño. Casi una pesadilla.
Con lentitud me senté en el borde de la cama y abrí la mano derecha que mantenía aún fuertemente cerrada.
Al hacerlo, vi una pequeña cantidad de polvo rojizo que se escurría entre los dedos de mi mano.

sábado, diciembre 01, 2007

SI... SERÁS UN HOMBRE


Ahora que hasta en los anuncios se empeñan en transformar y acaparar preciosos textos de grandes escritores, aquí va el poema del gran escritor inglés victoriano y premio Nobel de literatura, Rudyard Kipling.
Por cierto... masón. Él.
Ala! a disfrutarlo.

If...
If you can keep your head when all about you
Are losing theirs and blaming it on you,
If you can trust yourself when all men doubt you
But make allowance for their doubting too,
If you can wait and not be tired by waiting,
Or being lied about, don't deal in lies,
Or being hated, don't give way to hating,
And yet don't look too good, nor talk too wise:
If you can dream--and not make dreams your master,
If you can think--and not make thoughts your aim;
If you can meet with Triumph and Disaster
And treat those two impostors just the same;
If you can bear to hear the truth you've spoken
Twisted by knaves to make a trap for fools,
Or watch the things you gave your life to, broken,
And stoop and build 'em up with worn-out tools:
If you can make one heap of all your winnings
And risk it all on one turn of pitch-and-toss,
And lose, and start again at your beginnings
And never breath a word about your loss;
If you can force your heart and nerve and sinew
To serve your turn long after they are gone,
And so hold on when there is nothing in you
Except the Will which says to them: "Hold on!"
If you can talk with crowds and keep your virtue,
Or walk with kings--nor lose the common touch,
If neither foes nor loving friends can hurt you;
If all men count with you, but none too much,
If you can fill the unforgiving minute
ith sixty seconds' worth of distance run,
Yours is the Earth and everything that's in it,
And--which is more--you'll be a Man, my son!

Que en traducción "libre" dice algo así:

Si...

Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor
todos la pierden y te echan la culpa;
si puedes confiar en ti mismo cuando los demás dudan de ti,
pero al mismo tiempo tienes en cuenta su duda;
si puedes esperar y no cansarte de la espera,
o siendo engañado por los que te rodean, no pagar con mentiras,
o siendo odiado no dar cabida al odio,
y no obstante no parecer demasiado bueno,
ni hablar con demasiada sabiduría...
Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen;
si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu objetivo;
si puedes encontrarte con el Triunfo y el Fracaso
y tratar a estos dos impostores de la misma manera;
si puedes soportar el escuchar la verdad que has dicho:
tergiversada por bribones para hacer una trampa para necios,
o contemplar destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida
y agacharte y reconstruirlas con las herramientas destrozadas...
Si puedes hacer un hato con todos tus triunfos
y arriesgarlo todo de una vez a una sola carta,
y perder, y comenzar de nuevo por el principio
y no dejar escapar nunca una palabra sobre tu pérdida;
si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios
y a tus músculos a servirte en tu camino
mucho después de que hayan perdido su fuerza,
excepto La Voluntad que les dice "¡Continuad!".
Si puedes hablar con la multitud y perseverar en la virtud
o caminar entre Reyes y no cambiar tu manera de ser;
si ni los enemigos ni los buenos amigos pueden dañarte,
si todos los hombres cuentan contigo pero ninguno demasiado;
si puedes emplear el inexorable minuto
recorriendo una distancia que valga los sesenta segundos
tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y lo que es más, serás un Hombre, hijo mío.

viernes, noviembre 30, 2007

A CUMPLIR AÑOS... ESO DICEN

Esto de cumplir años es lo que tiene.
Que cada día uno es más viejo.
O menos joven, que suena mejor.
Suena mejor a los demás. Porque a mi me sigue sonando igual.
Me suena a la triste campana de la vieja "Güestia".
La "Santa Compaña", como se llama comúnmente a la mítica procesión nocturna.
Y es que uno escucha de vez en cuando, y demasiado cerca, a quien dice eso de... “Andai de día que la nuoche ye mía”.
Pero no nos pongamos lúgubres.
Que, a veces, soy de un morboso que me asusto.
Esto de cumplir años, uno lo acepta, como asume otras muchas cosas.
Con resignación.
Lo de "cristiana" mejor no lo digo, que cruces pongo y me hago bastantes.
Eso si. Prefiero seguir cumpliendo.
Algunos. Cuantos más, mejor.
Mejor no hablar de la alternativa.
Pues eso. Solo recordar, recordarme, que ya tengo un año más.
Otro menos.
Van... ya muchos.
Como pasa el tiempo.
Si parece que fue ayer.
Y ya es hoy.

jueves, noviembre 29, 2007

SENSACIONES

El invierno está cerca, es una mañana fría. La oscuridad se filtra por las finas rendijas de la persiana. Poco a poco voy despertando bajo los efectos del sonido de la radio programada.
Son muy pocas las ganas que tengo de levantarme y muchas menos las de meterme bajo las agresivas gotas de la ducha.
Después de permanecer algunos segundos pensativo bajo la manta, en un arranque de valentía retiro la sábana hacia un lado y con lentitud me siento en el borde de la cama.
Hace frio y mi cuerpo desnudo me implora volver bajo el cálido abrigo. El reloj me dice que ya es tarde y no tengo más remedio que ir hasta la ducha.
Abro el mando mientras espero que el agua tenga el suficiente calor acumulado. Nunca entenderé la sensación de frio que me produce entrar en la ducha si el agua está tan caliente.
Tras cerrar la mampara de cristal, dejo que el liquido se deslice por mi piel. Con suaves movimientos laterales intento repartir el chorro del agua para que cubra todas las zonas de mi cuerpo.
Lentamente me voy acostumbrando al calor, aunque pronto llega a resultar excesivo y tengo que dosificar la cantidad de agua caliente. Cierro los ojos mientras apoyo la espalda en la fría pared del baño. Me siento relajado.
A los pocos segundos decido enjabonarme. Poco a poco llega a resultarme agradable, incluso voluptuoso. Dejo pasar el tiempo.
Lo menos satisfactorio de la ducha es el secado. Vuelve la desagradable sensación de frio.
Acelero los movimientos de la toalla. El denso vapor que me rodea impide ver mi rostro reflejado en el espejo.
Con el paño húmedo limpio una pequeña zona del cristal. Pronto vuelve a empañarse.
Decido afeitarme más tarde. El suelo está húmedo y mis pies descalzos protestan por el mal trato recibido.
Pongo las zapatillas. Coloco el reloj en la muñeca.
Es hora de afeitarse. Retoco los bordes de la barba.
Siempre igual, una vez más, un día más. Otro.

lunes, noviembre 26, 2007

LA EDAD DE LOS METALES


Uno tiene la “edad de los metales”, cuando...
El café produce insomnio.
Un traguito de cerveza marea.
La vida está muy cara.
Cualquier tontería altera, aún más, el mal humor.
El más pequeño exceso provoca aumento de peso.
Se hace el amor casi tres veces por semana (casi el lunes, casi el miércoles y casi el sábado).
La chuleta cae pesadísima, el picante irrita y el ajo repite.
La sal sube la tensión.
Y es lo único que sube.
Al amarrar los zapatos duele la espalda, los hombros, la cabeza.
La televisión adormece.
Hay que usar varios tipos de gafas: de lejos, de cerca, de sol.
La música a alto volumen es ruido y solo para jóvenes.
Te llaman “señora” o “señor” en todos los sitios.
Se tienen los cabellos de plata.
Los dientes de oro.
El marcapasos de titanio.

sábado, noviembre 24, 2007

NO ERES, SOY


“No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, sino que apura el recurso hacedero” (Píndaro).

De soledad en soledad, de poco tiempo en poco tiempo.
Alguno dijo que no podías estar acompañado. O no sabías.
Preferías estar distante. Solitario, que no solo. Agua y aceite, aceite y agua.
Amigo de muy pocos amigos. Quizás por no saber hacerlos o mantenerlos.
Cuando miras alrededor encuentras pocos. Cercanos, menos.
Paseas por los recovecos de tu mente entre árboles centenarios de ramas negras, retorcidas por fuertes vientos y muchos años.
Recuerdas pequeños momentos perdidos, desperdiciados o negados. Alejado de todos y de todo, aislado.
Asombra tu empeño absurdo por seguir viviendo, consciente de lo inútil de tu vida.
Empujas como Sísifo, cuesta arriba, la pesada piedra de tus circunstancias sabiendo en tu ceguera que jamás llegarás a consumar la dicha en tu alma atormentada.
Eres alegoría de una humilde cebolla. Sonriente en superficie. Brillante a veces, casi siempre de bronce amortiguado. Con multitud de capas. Lloroso para quien se atreva a retirarlas. Las primeras correosas, incluso duras. A mayor profundidad, más dóciles y blandas.
Crees que luchas por mantener tu independencia, cuando, en realidad, solo renuncias a ella.
Agarras un imposible en espera de ser correspondido. Mal agradecido y peor pagado.
Te evades de nuevos compromisos, escarmentado por previos desengaños.
Regalaste el fuego de tu juventud, hace tiempo perdida, para terminar atado a una vana y arrogante esperanza, cual Prometeo encadenado.

lunes, noviembre 19, 2007

LA CURIOSIDAD MATÓ AL GATO


University Kitchen Prank - The funniest videos are a click away

RELATO CORTO

Un fuerte viento agitó las ramas de los árboles.
El dinosaurio abrió los ojos.
Vio una gran luz en el cielo.
Pensó que no podía ser el sol.
Era de noche.
Con rapidez volvió a cerrarlos.

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AGRESIVA

ATREVIDA

CALLADA

DEPORTIVA

MACABRA

jueves, noviembre 15, 2007

COMUNICACIÓN


A veces es difícil comunicar tus sentimientos.
Sobre todo los más íntimos.
Si tienes la suerte de estar frente a frente, al similar o al contrario, puedes captar sus distintas expresiones, su cara de asombro, los miedos o temores en sus gestos, en sus posturas, movimientos y actitudes.
Su cercanía te permite una sonrisa o una excusa ante una mueca resentida o contrariada por un comentario poco pensado o mal expresado.
A pesar de ello, a veces no logras esa comunicación imprescindible.
Falta la empatía precisa que te engancha al otro, se rompe los pocos lazos que pudieron forjarse con el tiempo y la relación queda rota o muy deteriorada.
Volver a construir nuevos lazos de unión y armonía se hace muy difícil. Incluso imposible.
Más difícil es poder transmitir esos sentimientos cuando te separa una distancia, cuando no existe la visualización del otro en una conversación. En estos casos, es imprescindible medir mucho las palabras. Falta la cohesión aportada por la comunicación no verbal que existe cuando está presente la otra persona en la conversación.
Muchas veces es menos importante lo que se dice que como se dice. En las conversaciones no presenciales, al no ver a nuestro interlocutor, las palabras adquieren una gran importancia. Ciertas expresiones y el uso de determinadas palabras y no otras, incluso el poner o no una coma en una frase, puede originar significados distintos o, peor aún, dar lugar a malos entendidos. En estos casos se acaba utilizando mecanismos defensivos para intentar impedir una respuesta no esperada.
El más usado es el silencio.
Poco a poco uno se va cubriendo de capas protectoras de silencio, surge la personalidad de la cebolla. Capa a capa se produce un aislamiento difícil de romper.
Al final, la relación y la comunicación se hacen imposibles.
Ahora que las comunicaciones no presenciales, gracias a la tecnología, son cada vez más frecuentes y numerosas, aparece el paradójico aumento del aislamiento, de la soledad y de la incomunicación.
Surgen como un intento de defenderse ante la sensación de una supuesta intromisión o incluso agresión contra lo más profundo y querido de tu personalidad e íntimos sentimientos.
No tiene ninguna importancia que estas agresiones sean verdaderas o ficticias.
El resultado final es que cuanto más comunicada parece estar una persona, más sola se siente.

NADA ES VERDAD NI ES MENTIRA


Ayer, mientras revisaba y ponía en orden viejos ficheros, ya olvidados, en el fondo de uno de mis discos duros portátiles, encontré este pequeño relato.
Después de releerlo y tras hacer unas pequeñas correcciones sin ningún intento de autocensura, pensé, con bastante atrevimiento, subirlo al blog.
Aquí va... por si alguien tiene la suficiente paciencia y ociosidad como para leerlo.

EL DÍA DE AUTOS

El lento paso del tiempo en el reloj situado en el centro de la plaza sobre un pedestal de hierro forjado, no lograba ocultar el temblor nervioso de mis piernas.
La brisa fría del otoño que se acaba, movía lentamente las hojas maduras de los árboles y lograba que algunas de ellas se deslizasen suavemente hacia el suelo en una danza triste.
Me encontraba sentado en uno de los bancos que había alrededor de una plaza circular, situada en el centro de un frondoso parque, no muy grande, al norte de la ciudad.
Muchas lenguas viperinas dicen que es poco recomendable pasear por sus senderos, al atardecer. Supongo que es una buena razón para perderse, de vez en cuando, entre sus oscuros matorrales.
Aquella tarde la espera comenzaba a hacer efecto en mi ánimo. El cielo amenazaba con unas nubes negras que no dejaban pasar la poca claridad que aún debería de existir.
La fría brisa se filtró a través del cuello de mi camisa y una desagradable sensación invadió mi cuerpo. Me puse en pie, con movimientos rápidos, mientras metía las manos entumecidas en los bolsos de la chaqueta.
El reloj marcaba las ocho y cuarto.
Miré alrededor. Poco a poco los ancianos sentados en los bancos del parque fueron desapareciendo como si hubiesen sido borrados por un pincel misterioso que deja la sensación de un triste vacío.
Ya se habían ido con sus madres y abuelas los niños que poco tiempo antes corrían alegres mientras sus pequeñas y ávidas manos intentaban capturar alguna atrevida paloma. Nunca lo lograban. Pues estas se escabullían asustadas en vuelo rasante hacia el viejo palomar situado en un lateral de la plaza.
A lo lejos aún se podía ver la imagen, desdibujada por la penumbra, de un joven vestido con ropa deportiva, de piel morena y pelo lacio. Con una mano sujetaba con fuerza su perro mediante una cadena de gruesos eslabones que relucían al moverse.
Era el mismo que había estado sentado, poco tiempo antes, en uno de los bancos de la plaza, con sus ojos fijos en mí esperando una mirada de reciproca complicidad que no tuvo.
Una farola se encendió con un leve tintineo y su luz mortecina alumbró un difuso círculo alrededor de su base. La intensidad de la luz fue aumentando a la misma velocidad que mi nerviosismo. Todo mi cuerpo estaba tenso, no solo por el frío de aquel atardecer sino por la incertidumbre de la espera.
Dando algunos pasos hacia atrás, me aparté del círculo luminoso acusador y lentamente fui bordeando la pequeña plaza cubierta de hermosas flores. Tenían un color azulado, extraño y fantasmagórico. Parecían brillar como si sobre ellas alumbrase una lámpara de luz ultravioleta.
Sabía que ya no iba a venir.
Era absurdo seguir esperando y empecé a pensar que tampoco valía la pena. Era imposible que aquel muchacho, joven y hermoso se acordase de aquella relación que para él seguramente solo había sido una más entre tantas.
Yo también había hecho lo mismo en otra época ya lejana.
Con un regusto amargo en mi boca se hicieron vivos en mi memoria los recuerdos que ya creía olvidados por el paso del tiempo. Recordé algunas caras golosas que me miraban en los baños públicos mientras cumplía con una necesidad urgente.
Me resultó gracioso, casi ridículo, pensar en aquellos hombres inmóviles en los urinarios, imitando realizar una función fisiológica, mientras sus miradas lascivas contemplaban sin ningún recato mi bragueta abierta, esperando la más mínima insinuación para pasar a la acción.
Algunos se atrevieron a tocarme, otros llegaron más lejos y lograron hacer fluir a borbotones mi semilla entre los blanquecinos urinarios.
Intenté fijar alguna de aquellas caras, quise dibujarlas en mi cerebro, pero ninguna se hizo diáfana, todas se difuminaron en una niebla espesa y pegajosa.
Solo fueron una chispa, un vago recuerdo en mi camino, nada importante, ninguno logró esbozar una marca perdurable en mi memoria.
Evocando aquellos momentos, intenté imaginar las sensaciones que tuvieron aquellos hombres al estar a mi lado, alguno pudo llegar a enamorarse de mi cuerpo, de mi mirada, de mis tímidos toqueteos.
En aquellos instantes, yo solo quería una descarga rápida de mis hormonas para luego salir huyendo lo más rápido posible.
Ahora les comprendo, incluso pueda que sienta las mismas emociones que ellos. Es tarde para corresponder con una sonrisa complaciente o con una mirada agradecida.
Mientras paseaba lentamente por el parque, mi mente volvió a la realidad de hace unos pocos meses. Hice que la imagen de aquel muchacho reviviera dentro de mí, repitiendo las circunstancias que me llevaron a conocerle.
Hacía tres meses que lo había visto, pero pensé que solo habían pasado unos pocos minutos.
Era un domingo a última hora de la tarde. Fue un encuentro casual mientras andaba con lentitud y cierto temor por una de las oscuras sendas del parque.
En una esquina formada por el brusco cambio de dirección de un largo seto, un par de muchachos hablaban entre ellos mientras miraban de reojo a otros jóvenes que pasaban a su lado.
Desde lejos me fijé en ellos, uno era delgado, quizás demasiado, con nariz grande y aguileña, pelo rubio, teñido, vestido con un pantalón ajustado y una camisa a cuadros. Pronto me olvidé de él, fue un olvido comprensivo y excusable.
La culpa la tuvo su amigo. Era hermoso, de piel morena y pelo negro algo rizado, su cuerpo se adivinaba musculoso y fuerte bajo la camiseta de manga corta que llevaba. Una cazadora de cuero negra le protegía de la frialdad del atardecer.
Me acerqué un poco más a ellos, me miraron y el muchacho delgado hizo a su amigo un discreto comentario al oido acompañado de una sonrisa maliciosa. Le dio un beso en la boca para despedirse y con pasos cansinos fue hacia una de las salidas del parque. Antes de desaparecer entre los árboles, sus ojos negros me sonrieron con complicidad. Devolví la mirada con agradecimiento, mientras las sombras le ocultaron cuando se alejaba.
El otro muchacho cogió una pequeña rama y se puso a retorcerla y mordisquearla con movimientos nerviosos, mientras me miraba de soslayo.
Nos miramos, manteniendo la mirada. Amago de sonrisa cómplice y complaciente. La distancia se hizo más corta entre ambos. Nos saludamos. Nueva sonrisa. Conversación nerviosa, banal, intranscendente.
Ojeada furtiva en busca de posibles y desagradables miradas extrañas. Demasiada luz y demasiados ojos. Emprendimos, juntos, una huida hacia las negras sombras de los arbustos.
Él iba delante, yo un poco detrás, al pasar cerca de otra farola vi que su pantalón marcaba unos hermosos glúteos, cintura estrecha, estaba fuerte, se notaba que iba al gimnasio, que era joven, quizás demasiado.
Por el rabillo del ojo sentí la irritante sensación de algunas miradas envidiosas ocultas tras los arbustos que nos rodeaban. Aceleramos nerviosos el paso y pronto fuimos cubiertos por el manto de la oscuridad protectora. Pasamos por debajo de unas ramas de un enorme roble. El muchacho apoyó primero sus manos y luego su espalda contra el tronco. Entonces vi su cara muy cerca de la mía, era muy hermoso, la sujeté entre mis manos, volvió a sonreír.
Me gustó su sonrisa, era cálida, limpia, cariñosa, aunque por un momento tuve la sensación de que guardaba un amago de tristeza.
Mientras su espalda rozaba el tronco del viejo árbol, sus manos buscaron y encontraron una abultada zona en mi pantalón y una sacudida recorrió mi espalda. Nervioso yo hice lo mismo, acaricie su pecho musculoso, su cuerpo fuerte, vigoroso, duro.
Nos desabrochamos mutuamente los cinturones, noté como metía su mano entre mi piel y la ropa. Sentí un escalofrío de placer cuando sus dedos rozaron las zonas más sensibles de mi cuerpo. Abrí un poco las piernas buscando el equilibrio perdido y le deje hacer. Mientras, yo saboreaba sus labios, rojos, carnosos y suaves.
No tuve conciencia del tiempo pasado, mi memoria ya no acumuló recuerdos, solo agradables sensaciones. Disfrutamos de nuestros cuerpos, abrazados, jadeantes y sudorosos hasta que la naturaleza hizo el resto. Un beso profundo y suave firmó el final de la relación. Unos pañuelos de papel recogieron y limpiaron los restos acusatorios.
Nos vestimos con rapidez, sonrisas de circunstancia, no me parecieron culpables. Me prometió que me volvería a buscar, me aseguró que le había gustado, tenía prisa, le esperaban en casa, era muy tarde.
Le pregunté por su nombre. Se llamaba Juan.
Muy a mi pesar le deje que se fuera. Me dio un beso casi furtivo en los labios, sonrió y sin decir nada más se fue corriendo hacia la salida del parque.
Aquel encuentro me dejó abrumado. Los días siguientes no logré apartar de mi mente lo ocurrido aquella tarde. No supe borrar de mi pensamiento su cuerpo, su cara, sus labios, sus ardientes besos. No quería, pero sobre todo, no podía dejar de pensar en él.
A medida que los días fueron pasando, mientras paseaba por las calles, en los cafés, hasta en el trabajo, mi obsesión aumentaba. Su imagen se reflejaba en todas las caras jóvenes que veía pasar a mi lado.
Esperaba que el tiempo borrase la fascinación que me había producido aquel encuentro, pero no fue así. Cada vez era más intensa, profunda y agobiante.
Decidí que la única solución a mi problema era volver a verle, tenía que volver a sentir su cuerpo junto al mío, solo así sabría si lo que sentía era solo un capricho, o realmente era mucho más profundo.
Por eso volví de nuevo al parque, esperaba encontrarlo en el mismo sitio, en el mismo lugar donde nos vimos la primera vez. Necesitaba volver a estar vivo. Mi mente precisaba recuperar la sensación de volver a sentir su calor al abrazar su hermoso y joven cuerpo.
Ya estaba a punto de abandonar la espera cuando de repente vi aparecer por uno de los senderos al muchacho delgado que estaba a su lado el día que le conocí. Me miró y su sonrisa me indicó que se acordaba.
Iba solo, fui hacia él, le saludé. Creo que pensó que yo quería algo más que una simple conversación. Le saqué de su error con rapidez preguntando por su amigo.
La sonrisa desapareció de su rostro. Mi ego interno creció varios enteros. No parecía un pobre muchacho que vendiese su cuerpo al mejor postor. Pronto mi sueño se desvaneció con las palabras que surgieron de la boca del muchacho ante mis preguntas.
Con voz temblorosa, que supuse era producto del frio, fue relatando con lentitud que Juan se había ido a vivir a otra ciudad, lejos, muy lejos. Dijo que casi seguro que no volvería en una larga temporada. Intenté sacarle más información pero no quiso decirme nada. Cualquier nueva pregunta sobre el muchacho parecía chocar contra un muro de silencio. No quedé tranquilo con sus explicaciones, no supo responderme a mis preguntas sobre cuando se fue, con quien y porqué lo hizo. Se contradijo en las respuestas.
Al final, acorralado con mi interrogatorio, solo logró balbucir una torpe despida y salió casi huyendo de mi lado.
Me encontré triste y abatido. Todo el frío del ambiente se metió en mi cuerpo. Pensé que no valía la pena, que solo había sido otro más, una nueva muesca en la joven pistola de aquel muchacho. Posiblemente ni se acordaba de aquel atardecer cuando gozó con el cuerpo de otro hombre protegidos por la penumbra. En ese momento, vino a mi memoria mi pasado y comprendí.
Debo olvidar. Estoy seguro que con el tiempo lograré hacerlo. En realidad, solo pasaron tres meses desde que lo vi, aún es pronto.
Hoy es lunes, de nuevo vuelvo a la monotonía del trabajo.
La secretaria del juzgado me pasa multitud de papeles y escritos que debo firmar, luego comenta que tengo dos casos desagradables para resolver. Le digo que me ponga al día.
Las ganas de complacerme le hacen sonreír mientras comienza a hablar. No recuerda los datos, se disculpa y va a la otra habitación del juzgado a recoger los autos. Los ojea y mientras lo hace, se coloca a mi lado.
Escoge entre ambos el que considera más morboso. Yo la escucho sentado en mi sillón y esbozo una leve sonrisa. Oculto la boca con una mano para que no considere ofensiva la expresión de mi cara.
Me relaja oír su voz cálida, de mujer madura, casi maternal. Pongo mirada interesada aunque presto poca atención a lo que cuenta. Mi mente esta distraída pensando en otros agradables recuerdos.
Mientras escucho las incidencias del primer caso, comienzo a sentir una incómoda sensación que me oprime el pecho. Tengo un desagradable presentimiento. De repente, un temblor recorre mi cuerpo y pierdo parcialmente la conexión con la realidad que me rodea. Mi cara palidece y noto que un sudor frio empieza a cubrir mi frente.
Con dificultad logro entender lo que dice a continuación mi secretaria. Refiere con voz pausada que se trata de un desagradable accidente ocurrido hace pocos meses. Al parecer el conductor del coche tenía un nivel alto de alcohol en sangre, dato que fue confirmado en la posterior prueba de alcoholemia. Está demostrado que la velocidad del coche era claramente excesiva.
En el accidente fue atropellado un joven de 19 años, moreno, de complexión atlética. El atestado levantado por la policía refiere que fue arrollado por el coche cuando salió corriendo de un parque e intentó atravesar la calle.
A pesar de las medidas de reanimación practicadas, falleció instantes después de ser ingresado en el hospital debido a las graves lesiones internas que presentaba.
Lesiones que figuran bien detalladas en el informe anexo del forense tras la necropsia realizada.
Según consta en los autos, el muchacho se llamaba Juan.

lunes, noviembre 12, 2007

REFRANES, SABIDURÍA POPULAR


Decir refranes es decir verdades.
Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija.
Quien siembra viento, recoge tempestades.
De aquellos polvos vienen estos lodos.
Dios los cría y ellos se juntan.
Y tal para cual, la puta y el rufián.
Dime con quién andas y te diré quién eres.
Pues necio es quien con necios anda.
Ignorante y burro, todo es uno.
Una cosa es ser sincero y otra ser grosero.
El que callar no puede, hablar no sabe.
Cría cuervos y te sacarán los ojos.
A bestia comedora, piedras en la cebada.
Zapateador que bien zapatea, bien se menea.
Zapatero remendón, ya en el oficio lleva el don.
A este circo le crecen los enanos.
Al mal panadero hasta la harina le sale negra.
Zurciendo y remendando, vamos tirando.
Haceos miel y os comerán las moscas.
No seas tan blando que te expriman, ni tan duro que te rompan.
Hazte cordero y te comerán los lobos.
Al villano, dale el pie y se tomará la mano.
Bien sabe el asno en que casa rebuzna.
Si entre burros te ves, rebuzna alguna vez.
Mejor rojo una vez que mil amarillo.
¡A buena hora, mangas verdes!
Lo cortés no quita lo valiente.
De agradecidos es de bien nacidos.
Rey será si hace derecho.
Donde hay patrón no manda marinero.
Rey determinado no ha menester consejo.
Trata al hierro con el hierro.
Cuál es el rey tal es la ley.
A fuerza de villano, hierro en la mano.
Burros y coces, arrieros a palos y a voces.
A lo hecho, pecho.
A chillidos de cerdo, oídos de carnicero.
Con ladrones y gatos, pocos tratos.
De comerciar a robar, poco va.
Callar y callemos, que todos porque callar tenemos.
El que calla, otorga.
A buen entendedor pocas palabras bastan.

domingo, noviembre 04, 2007

ESTADO DE BIENESTAR

Llego de vuelta de fin de semana. Deshago la pequeña maleta y enciendo la TV. Por casualidad, es un canal regional.
Una tertulia. Otra. Están, estamos, escuchando a alguien hablando por teléfono. Es una voz de mujer, parece joven y está llorando. Presto más atención. Está acabando de contar su problema.
Entre sollozos, dice que no tiene para comer después de pagar el alquiler y otros gastos imprescindibles. Parece ser que solo tiene una exigua paga. Tiene a su cargo una hija pequeña.
Pidió varias veces ayuda económica sin ningún resultado. Ella solo quiere trabajar, pero nadie le da trabajo.
La presentadora con cara compungida dice que se acaba el tiempo y que luego la llamará, una vez que termine el programa, para ver si se puede lograr alguna ayuda. El resto de las tertulianas miran al infinito con caras serias. Una de ellas toma la palabra y dice que hay que estudiar su caso e intentar buscar una solución.
Dejan el tema por falta de tiempo.
Pasan a un nuevo asunto. La cirugía estética como método para quitarse años. Al parecer muchos no quieren envejecer.
Siento el mordisco de una posible injusticia. Cierro la tele.
Salgo a dar un paseo con mi perro. Amenaza de lluvia. Poca gente por las calles. Supongo que aún en las carreteras, volviendo del puente.
Se levanta un poco de viento, mayor sensación de frio. Miro un letrero luminoso. Marca catorce grados de temperatura.
Siento que el panel no dice la verdad. Es un mal general. Incluso la electrónica miente.
Mientras paseo algo despistado, ya de vuelta a casa, se me acerca una chica. Aparenta unos treinta y tantos años, me fijo que va bien vestida. Tiene ademanes suaves y discretos.
Con voz baja me susurra si le puedo dar un euro. Me dice que es para cenar.
Pongo cara de asombro y rápidamente me fijo con interés, y cierto recelo, en su cara.
Al primer vistazo, no aprecio en ella los surcos de una vida desgraciada o los efectos de las drogas.
Supongo que la coartada de la mujer es otra pequeña mentira. Acepto el engaño mientras pienso en la llamada telefónica.
Saco la cartera y busco un euro.
Hace frio. Mucho frio.

martes, octubre 30, 2007

CAMBIO CLIMÁTICO

Los que tenemos una cierta memoria histórica a causa de los años, nos damos cuenta, con cierto desasosiego, que el clima ya no es lo que era.
Ahora que todo el mundo apunta al “cambio climático” como su fuese un pato metálico a tumbar en cualquier feria de pueblo, recuerdo los inviernos de hace ya muchos años, cuando la nieve cubría durante varios días y en gran cantidad los alrededores de mi ciudad.
Desde hace ya bastante tiempo, me doy cuenta que las diferencias climáticas existentes entre las distintas estaciones se van igualando. Los inviernos ya no son tan fríos. No nieva tanto y cuando lo hace no ocurre con la misma intensidad y duración. Los días de verano son más cálidos pero menos predecibles.
Pero, estos hechos, ¿son una tendencia real o surgen de apreciaciones subjetivas mías?.
En todo caso, ¿pueden ser sucesos innegables, pero solo efectivos y limitados a un reducido periodo de tiempo o a un pequeño espacio, sin posibilidad de extrapolación más allá de la zona donde vivo?.
Si fuesen reales estas tendencias, estas observaciones de mi entorno, ¿puedo extrapolarlas a otras zonas o a un futuro temporal más o menos lejano?
Aunque no tengo un primo a mano que me conteste a las anteriores preguntas, pienso que todos debemos tener claros dos conceptos importantes: “el Pronóstico del Tiempo” y “la Predicción Climática”. Dos nociones diferentes aunque relacionadas y que muchas veces se confunden.
Cualquier persona con cierto interés predictivo del tiempo a corto plazo, supondría que es absurdo pensar (dado que el pronóstico del tiempo es ineficaz después de pasados unos pocos días) que los expertos en climatología puedan hacer predicciones climáticas válidas a un año-vista, diez o, aún peor, cien años.
Sin embargo esto no es así porque estamos mezclando churras con merinas. Mejor dicho, meteorología con climatología.
Una simple analogía sirve para explicar con cierta sencillez y claridad la diferencia entre estas disciplinas.
Los resultados observados en multitud de experimentos realizados sobre el cambio climático son estadísticamente significativos a favor de dichos cambios y la mayor parte de los científicos están de acuerdo sobre la existencia real y preocupante de los mismos.
Casi nadie pone en duda que se está produciendo un aumento exponencial del CO2 en la atmosfera y aceptan que la temperatura global de la biosfera está aumentando significativamente.
Solo un pequeño grupo de estos científicos aún sigue negando el problema global a pesar de las múltiples evidencias.
Otro grupo mucho más abundante aceptan la existencia del cambio climático pero se niegan a admitir que la especie humana tenga alguna influencia evolutiva en dicho cambio.
El tercer grupo y el más numeroso, está formado por científicos que aceptan la existencia del cambio climático en mayor o menor grado y afirman que el Hombre tiene una cierta importancia en la evolución de dicho cambio, pero no pueden confirmar cual es el grado de esta influencia en el proceso.
Los políticos se decantan en sus apreciaciones por alguna de estas tres tendencias actuales, aunque temo que las opiniones de muchos de ellos están influidas por intereses más o menos inconfesables.
En todo caso, hay un cuarto grupo no desdeñable de políticos que consideran que existe dicho cambio climático, pero afirman que este no es el problema más urgente a solucionar en estos momentos, a pesar de que sea grave. Aseguran que debe ser tenido en cuenta al legislar y aplicar las leyes con el fin de paliar las futuras consecuencias.
En el dudoso intento de mejorar, que no detener, la evolución del cambio climático serían precisas enormes transformaciones económicas, políticas, tecnológicas, sociales e incluso filosóficas. Precisando la conformidad y el acuerdo de todos los países, culturas y civilizaciones a nivel mundial. Sobre todo de las economías emergentes. Reformas prácticamente imposibles de llevar a cabo.
Solo tenemos que pensar en los problemas que hubo para que algunos firmasen el famoso Protocolo de Kioto. Si se lleva a cabo este protocolo solo se aplazaría el proceso. Aunque tal y como van las cosas me temo que no se va a cumplir.
De todas formas, si la mayoría de las predicciones climáticas son reales, pienso que ya es tarde para revertir el problema.
A pesar de ello, muchos siguen cerrando los ojos ante la evidencia y no dejan de comportarse como "avestruz" que intenta guardar la cabeza en el primer agujero de ozono que se precie.

miércoles, octubre 24, 2007

RACISMO Y XENOFOBIA

El Racismo es la doctrina que defiende y exalta la diferencia racial y la supremacía de unos pueblos sobre otros, basándose en determinados caracteres biológicos.
Esta opinión genera un sentimiento de rechazo hacia las “razas” distintas a la propia.
Sin embargo, en contra de esta convicción, la biología genética y molecular pone de manifiesto que no existen diferencias genéticas excluyentes entre los distintos grupos o variantes que forman la Especie Humana. (Mal que le pese a algún que otro devaluado personaje premiado en 1962 con un "Nobel" en Medicina y Fisiología).
Podemos decir que en nuestra especie no existen los colectivos puros, pues todos son mestizos, con la posibilidad añadida de poder aumentar ese mestizaje con nuevos cruces entre los distintos individuos.
Las diferencias existentes entre los grupos humanos son producto de la historia cultural de cada uno de ellos y no de factores biológicos.
Estas diferencias no justifican, en ningún caso, la idea de superioridad o inferioridad de unos con respecto a otros.
Por otro lado, la Xenofobia es una ideología de rechazo y exclusión de toda identidad cultural ajena a la propia. Se diferencia del racismo por proclamar la segregación cultural y acepta a los extranjeros e inmigrantes solo mediante su asimilación sociocultural.
Manifiesta odio y rechazo contra los grupos étnicos diferentes, a pesar de desconocer el aspecto social y cultural de estos.
Se basa en prejuicios históricos, lingüísticos, religiosos, culturales, e incluso nacionales, para justificar la separación total y obligatoria entre diferentes grupos étnicos, con el fin de no perder la identidad propia.
Surge ante un sentimiento profundo, real o imaginario, de agresión, generada por los extranjeros o inmigrantes a quienes se les ve como competidores en el uso y disfrute de los recursos existentes.
Cuando los problemas socioeconómicos hacen mella en el grupo mayoritario, este sentimiento de rechazo aumenta en la misma proporción que lo hace la crisis económica.
Las estrategias para intentar evitar o disminuir el racismo y la xenofobia precisan de políticas destinadas a la integración de las minorías dentro de una sociedad plural.
Se precisa aprender a convivir con la diferencia y de evitar la exclusión producida por la propia incomunicación excluyente y el desprecio a lo propio asumido como inferior por marginal o minoritario.
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Desde hace un tiempo tengo que hacer un arreglo en casa y mis posibilidades de aficionado al bricolaje no dan para tanto.
Hoy, por la mañana, mientras paseaba por la calle, vi y tomé nota de un pequeño anuncio pegado en la pared. Era un número de teléfono móvil seguido de la frase: “Se hacen arreglos de albañilería”.
En cuanto llegue a casa llamé a dicho teléfono. Me contestó una voz grave en un castellano dificultoso con la entonación y acento típico de una persona cuyo idioma nativo era el árabe u otro de tono y cadencia similar.
Tras un imperceptible desconcierto por mi parte, me dispuse a explicar cuál era mi problema y preguntar al que estaba al otro lado del teléfono si podría solucionarlo.
Me contestó que primero quería ver como era la avería para saber el tiempo que llevaría solucionarla y poder hacer un presupuesto aquilatado.
Quedamos a una hora determinada.
Llegó puntual y tras el saludo de rigor, después de unos minutos de conversación, dejó caer, como quien no quiere la cosa, que era armenio.
Poco después, mientras yo seguía explicando lo que necesitaba reparar, en su contestación y como "cuña" me comentó que no era musulmán y al igual que la mayoría de los armenios su religión era el cristianismo.
Pasados unos minutos, y roto el "hielo" del primer momento, estuvimos cierto tiempo hablando de varias cuestiones. Me contó parte de su vida e incluso salió el tema del genocidio armenio durante la Primera Guerra Mundial a manos de los “Jóvenes Turcos”.
Al final, nos pusimos de acuerdo en el día y la hora para empezar el arreglo.
Durante toda la conversación que mantuve con él, no hice ningún signo discriminatorio u hostil hacia esta persona.
El leve titubeo que tuve la primera vez que oí su voz por teléfono no se puede considerar, ni por asomo, como de carácter racista o xenófobo, más bien como de indecisión o vacilación.
No puedo asegurar si en algún momento de la conversación mantenida, algún gesto inconsciente por mi parte pudo desencadenar los “mecanismos defensivos” que aprecié en la persona que tenía enfrente.
Hay una vieja locución latina que dice: "Excusatio non petita, accusatio manifesta" (vamos, algo así como que la disculpa no pedida es una autoimplicación).
Aunque en este caso pienso sinceramente que no tiene validez. No me veo con fuerza moral suficiente como para ser quien tire la primera piedra.
Posiblemente su forma de reaccionar no era consecuencia de algo que yo había hecho o dicho, sino quizás era una respuesta mecánica a alguna experiencia previa negativa.
Pero me dí cuenta que en todo momento era muy importante para él dejar patente sus orígenes y circunstancias, delimitando claramente lo que era y, sobre todo, lo que no era.
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Después de repasar lo anterior, tras hacer examen del comportamiento propio y atreverme con el ajeno, tengo la desagradable sensación que, al menos en algún grado, todos somos racistas o, al menos, xenófobos en cuanto las circunstancias son propicias para ello.

lunes, octubre 22, 2007

¡FELIZ CUMPLEAÑOS!

Pues eso...
Un añito más...
Además por estas fechas se cumplen diecinueve...
Y parece que fue ayer...
Hoy es tu día. ¡Felicidades!.
Sabes que un libro, un perfume, una rosa, y muchos más que se me ocurren, pueden ser buenos regalos este día.
Pero los realmente valiosos son los intangibles, los abstractos, los que no se ven pero se sienten. Como la entrega mutua, la comprensión, el cariño o la solícita ternura.
Ya que no puedo seguir engañando por mucho más tiempo a la Naturaleza, intentaré hacer un trato con ella. Cuantos años logre arrebatarle en ese pacto, serán bienvenidos si los recorro a tu lado.