Esto que voy a contar ocurría no hace muchos años, más bien pocos.
Si ibas andando por la calle y se cruzaba contigo alguien haciendo aspavientos con las manos y a la vez hablando solo, lo primero que pensabas era que estaba loco.
O al menos, que no estaba mentalmente del todo estable.
La gente que lo veía se paraba y quedaba un corto espacio de tiempo mirando sus ademanes y gestos. Algunos ponían cara de preocupación, otros de lástima y los más ocultaban una ligera sonrisa contenida.
Si ibas andando por la calle y se cruzaba contigo alguien haciendo aspavientos con las manos y a la vez hablando solo, lo primero que pensabas era que estaba loco.
O al menos, que no estaba mentalmente del todo estable.
La gente que lo veía se paraba y quedaba un corto espacio de tiempo mirando sus ademanes y gestos. Algunos ponían cara de preocupación, otros de lástima y los más ocultaban una ligera sonrisa contenida.
Como esta conducta era poco habitual, resultaba aún más sorprendente.
En el fondo todos pensábamos que la persona que así se comportaba estaba para ser “revisado” por alguna amigable institución psiquiátrica.
En el fondo todos pensábamos que la persona que así se comportaba estaba para ser “revisado” por alguna amigable institución psiquiátrica.
En la Edad Media, por un ¡quitame de allá ese poseído del demonio!, la Inquisición los quemaba en la hoguera.
Hoy, cada vez son más el número de personas que tienen este comportamiento. No solo mientras pasean por la calle, sino incluso en cualquier lugar público.
Hablan aparentemente solos, haciendo gestos y muecas, a veces suben la intensidad o el énfasis en la voz y muestran caras de alegría o de disgusto.
Lo sorprendente es que ahora la gente que les rodea ni se inmuta. Como mucho el resto de las personas les miran durante un instante con mirada despreocupada e indiferente, para luego seguir a lo suyo como si esa forma de comportarse fuese absolutamente habitual y lógica.
No nos damos cuenta, pero es increíble como pueden llegar a modificar nuestras pautas de conducta las nuevas tecnologías emergentes.
Con un diminuto aparato electrónico, sujeto a nuestro pabellón auricular, podemos llegar a comportarnos como lo haría alguien que no estuviese en su sano juicio. Mientras el resto de la gente asume esa forma de comportarse con total naturalidad.
Hoy, cada vez son más el número de personas que tienen este comportamiento. No solo mientras pasean por la calle, sino incluso en cualquier lugar público.
Hablan aparentemente solos, haciendo gestos y muecas, a veces suben la intensidad o el énfasis en la voz y muestran caras de alegría o de disgusto.
Lo sorprendente es que ahora la gente que les rodea ni se inmuta. Como mucho el resto de las personas les miran durante un instante con mirada despreocupada e indiferente, para luego seguir a lo suyo como si esa forma de comportarse fuese absolutamente habitual y lógica.
No nos damos cuenta, pero es increíble como pueden llegar a modificar nuestras pautas de conducta las nuevas tecnologías emergentes.
Con un diminuto aparato electrónico, sujeto a nuestro pabellón auricular, podemos llegar a comportarnos como lo haría alguien que no estuviese en su sano juicio. Mientras el resto de la gente asume esa forma de comportarse con total naturalidad.
Visto lo visto, debemos asumir que solo es cuestión de Tiempo la sutil diferencia entre Ciencia y Brujería.
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