viernes, agosto 11, 2006

CUANDO EL BOSQUE SE QUEMA

¿Realmente se está produciendo un Cambio Climático?
¿Tenemos parámetros objetivos que demuestren realmente que ese cambio está sucediendo?.
Si sucede. ¿A que velocidad y con que intensidad lo hace?.
¿Ocurre en todos los sitios o solo en zonas muy limitadas del globo terráqueo?.
¿Perdurará e irá en aumento o acabará estabilizándose?
Todas estas preguntas y otras muchas llevan intentando contestarlas los científicos que se dedican a estudiar esta disciplina desde hace ya bastantes años.
Nuestro corto tiempo de vida no nos da la perspectiva suficiente para poder estimar si las modificaciones que apreciamos en el Clima son estables o pequeñas fluctuaciones recuperables en un corto periodo de tiempo.
Es muy posible que las variables a tener en cuenta sean demasiadas y resulte imposible manejar y evaluar tan enorme cantidad de datos.
Puede que sus resultados estén, en algunos casos, influidos por ciertos intereses espurios.
Pero sus estudios no aportan demasiadas soluciones clarificadoras a los problemas planteados.
Bueno, dejemos que los muertos entierren a los muertos.
El resto del mundo, la gente corriente, que pasea por la calle y mira al cielo para ver si hoy habrá más suerte y llueve un poco, o para ver si por fin va a dejar de llover.
Pues eso. Nosotros.
Nosotros empezamos a asumir que eso que se llama Cambio Climático puede ser una innegable y seria realidad.
Y es que empiezan a salpicarnos las consecuencias.
Sequías, lluvias torrenciales, violentos tornados, huracanes y ciclones, inviernos y veranos con temperaturas extremas.
Todo ello nos hacen pensar que algo grave puede estar pasando.
Por lo que respecta a nuestra limitada zona del sur de Europa, la sequía nos agobia. Y como resultado los incendios están a la orden del día.
El poco bosque que aún queda sin talar esta siendo consumido por las llamas.
Lo pirómanos e incendiarios están haciendo su agosto (nunca mejor dicho).
Los primeros con su tendencia patológica para provocar fuegos de forma deliberada y consciente, buscando el placer malsano que sienten al encender fuego, presenciar sus efectos y participar en sus consecuencias.
Los segundos buscando hacer daño, con afán crematístico o a saber con que otras oscuras pretensiones.
Al final el resultado es el mismo.
Donde antes había un bosque, en poco tiempo solo queda tierra abrasada.
Sin solución a corto ni medio plazo.
Estamos tirando la estabilidad futura de nuestro entorno.
Como siempre, nadie quiere cargar con la culpa.
Los políticos se llenan la boca de buenas palabras y promesas.
El resto nos dejamos llevar por la desidia o el fatalismo.
Solo aquellos que, con escasos medios, arriesgan sus vidas intentando apagar el fuego, aportan algo entre tanta sequía de ideas como de agua.
Lo único claro entre la gran humareda resultante, es que si no hacemos algo y pronto por detener el profundo deterioro de nuestros ecosistemas, en pocos años podremos decir que... “El Sahara si empieza en los Pirineos”.

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