martes, agosto 01, 2006

TRAJES BLANQUEADOS


Ayer volví a “Tara”.
Bueno, no...
No fue a ese mítico lugar donde fui... pero estaba muy cerca...
Realmente di un paseo por la vieja ciudad de Nueva Orleans y alrededores, poco tiempo antes de que diera comienzo la guerra de Secesión Americana, con sus habituales conflictos entre el Norte y el Sur, y el terror de la fiebre amarilla como trasfondo.
Y es que volví a disfrutar con la visión de la “casi” obra maestra del Séptimo Arte, "JEZABEL", del gran William Wyler.
Aún sigo viendo, en mi retina, el color ROJO brillante de los pliegues del vestido de Julie Marsen (una insuperable Bette Davis) dar vueltas y vueltas al compás de una música impactante y tensa (excelente Max Steiner) en el baile de sociedad donde, según la tradición, todas las mujeres debían vestir de blanco, aunque la película fue realizada en un precioso y cuidado “blanco y negro”.
Las causas por las que la protagonista se puso un traje rojo en vez de uno blanco no vienen al caso. Pero si sus consecuencias.
No voy a hablar de la descripción que se realiza en la pelicula de la sociedad esclavista sureña de aquella epoca.
Ni de sus reglas de juego o sus códigos de honor caducos y trasnochados para nuestra época pero, posiblemente, válidos para la suya.
Tampoco voy a entrar en el poder que tiene cualquier sociedad, incluida la actual, para “reconducir” una conducta que considera “inapropiada” para sus propias pautas preestablecidas.
Solo me interesa remarcar en este momento, lo hipócrita que puede llegar a ser la sociedad que nos rodea y de la cual somos integrantes.
Todos presumimos de ser abiertos, condescendientes, liberales, tolerantes, homófilos, desprendidos, flexibles, benévolos, antirracistas, etc...
Pero seguimos dejando que el traje ROJO escarlata, de vueltas y vueltas solo, en el centro de la pista, mientras nosotros, con nuestros trajes blanqueados, nos apartamos discretamente en cuanto notamos que se acerca demasiado a nuestras cómodas existencias.

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