Según el diccionario de la Real Academia Española se trata de un juego callejero de apuestas fraudulentas que consiste en adivinar en qué lugar de tres posibles se encuentra una pieza manipulada.
El otro día vi a unos trileros haciendo de las suyas.
El otro día vi a unos trileros haciendo de las suyas.
Eran los típicos, los de toda la vida, aquellos que utilizan unas cartas dobladas o las mitades de cáscaras de nueces y debajo de una de ellas ponen una pequeña pelotita de papel.
El pardillo de turno apuesta que es capaz de adivinar debajo de que carta se encuentra la bolita de papel, una vez que el trilero mueve, con maravillosa rapidez y habilidad, las tres cartas.
Había una buena cantidad de gente alrededor de la caja de cartón utilizada como improvisada “mesa de juego”.
El pardillo de turno apuesta que es capaz de adivinar debajo de que carta se encuentra la bolita de papel, una vez que el trilero mueve, con maravillosa rapidez y habilidad, las tres cartas.
Había una buena cantidad de gente alrededor de la caja de cartón utilizada como improvisada “mesa de juego”.
Mi curiosidad pudo más que mi hastío por algo ya conocido y me puse a observar desde una cierta distancia.
Enseguida localicé a los “ayudantes” que servían de “gancho”. Eran tres y estaban a la caza de cualquier ingenuo dispuesto a dejarse limpiar la cartera.
Un poco más separados estaban los “vigilantes” que controlaban a los “listillos”, “mirones” o a aquellos que pudiesen estorbar una buena ganancia.
En las esquinas de la calle, se situaban los que denomino “perritos de la pradera”, oteadores que vigilaban la posible llegada de la policía, y que tras una mínima señal producían el milagro de esfumarse con la rapidez del rayo.
Siempre utilizan los mismos métodos y siempre hay alguien que cae en la trampa.
Me asombra los muchos que entran al trapo.
Supongo que esta forma de comportarse y reaccionar es innata y está inscrita en nuestra más profunda condición de primates.
La curiosidad y sobre todo la prepotente soberbia son características típicas y tópicas de todos los humanos.
Enseguida localicé a los “ayudantes” que servían de “gancho”. Eran tres y estaban a la caza de cualquier ingenuo dispuesto a dejarse limpiar la cartera.
Un poco más separados estaban los “vigilantes” que controlaban a los “listillos”, “mirones” o a aquellos que pudiesen estorbar una buena ganancia.
En las esquinas de la calle, se situaban los que denomino “perritos de la pradera”, oteadores que vigilaban la posible llegada de la policía, y que tras una mínima señal producían el milagro de esfumarse con la rapidez del rayo.
Siempre utilizan los mismos métodos y siempre hay alguien que cae en la trampa.
Me asombra los muchos que entran al trapo.
Supongo que esta forma de comportarse y reaccionar es innata y está inscrita en nuestra más profunda condición de primates.
La curiosidad y sobre todo la prepotente soberbia son características típicas y tópicas de todos los humanos.
Al igual que cualquier trilero intenta darnos gato por liebre, también caemos como inocentes corderillos ante la bífida lengua de cualquier político de tres al cuarto.
2 comentarios:
Hola Mrci!!!... me hiciste recordar un viaje que hice a Stgo( Chile) en un paseo peatonal era de noche, en varios sitios estaban estos personajes que "adivinaban", mucha gente disfruta aquella "magia"...
...hay de todo en este mundo;=)
Saludos!
Vuelvo de un viaje precioso, pero agotador, por varias ciudades bálticas.
Puedo asegurar que no vi a nadie por las calles haciendo uso de este picaresco método u otro parecido con la sola intención de limpiar los bolsillos de algún incauto.
Supongo que estos modos tan pintorescos y picarescos de "ganarse" la vida, solo son compatibles con nuestra mentalidad latina.
Saludos norteños :)
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