VIDA Y LIBERTAD...

El agua es el mayor indicador de la posible existencia de seres vivos. Sabemos que la Vida surgió gracias al líquido elemento y que sin él no podría existir tal y como hoy la conocemos.
En un intento de refrescar viejos conocimientos casi olvidados, hoy fui a visitar el Acuario de la ciudad en la que vivo.

Hacía bastante tiempo que no iba a visitar uno. Y lo hice con tranquilidad y sosiego. Fijándome, con detenida curiosidad, en lo que veía a un lado de los cristales, pero también y sobre todo, en lo que ocurría al otro lado.
Supongo que es bueno que la gente visite un Acuario. Podríamos decir que es como un zoológico pero de animales que viven o tienen una relación íntima con el agua.
Supongo, también, que es recomendable que todas aquellas personas que desconocen como viven la mayoría de los animales que habitan en el mar e incluso en ciertos ríos, sepan y puedan hacerse una idea, aunque sea superficial, de como es y como se desenvuelve esa vida.
Esa es la idea. O al menos eso nos dicen.
Pero...
Siempre hay, al menos, un pero...
Pues eso... cuando paseaba por los distintos entornos en los que estaba dividido el complejo para una mejor comprensión de los ambientes, y miraba a los distintos animales allí encerrados, tuve la sensación de que aquellos seres, que a veces me miraban desde su posición, lo hacían con cansancio y aburrimiento. Incluso tuve la impresión de sentir, con desagrado, cierto hastío en su mirada.
Es costumbre establecida que vayamos, y muchas veces llevemos a nuestras crías con nosotros, para que vean lo hermosos, impresionantes o, quizás, lo amenazantes que pueden llegar a ser los animales allí encerrados para nuestro solaz y divertimento. Para poder observar y sentir lo estupendo que es tener a un animal prisionero a nuestra entera disposición.
No nos vale con verlos en los documentales. Pagamos la entrada para que nos permitan admirarlos en vivo y en directo, pero sin ningún peligro por nuestra parte.
Buen ejemplo para un óptimo desarrollo cultural y una inmejorable formación ética de nosotros, pero sobre todo, de nuestros descendientes.
Los animales nacen para ser libres y vivir en el entorno o nicho ecológico que por evolución les corresponde ocupar.
Siguiendo las pautas que ya Descartes en el siglo XVII había indicado, nosotros hemos decidido que los animales fueron puestos en la Tierra por un dios “magnánimo” para el uso y abuso del Hombre.
No nos importa que esos animales vivan estresados en un entorno pequeño y mal adaptado a sus necesidades, con disminución grave de sus defensas mentales e inmunológicas.
Los encerramos en una jaula, o en una pecera, más o menos grande, para que nos llenen alguna de las muchas horas de ocio que no sabemos como usar.
Mientras paseaba por uno de los entornos del acuario, vi una hermosa nutria que se desplazaba nerviosa realizando, con obsesiva insistencia, los mismos movimientos repetitivos dentro de un pequeño espacio reservado para ella.
Por un momento me puse en su lugar. Y no me agradó el cambio.