miércoles, septiembre 13, 2006

SIC TRANSIT GLORIA MUNDI

Que pasajera es la gloria. Donde antaño hubo grandes y poderosos imperios, hoy solo queda arena y viejas piedras desgastadas por el viento.
Hace algunos años, aprovechando unas vacaciones, hice un viaje a Egipto.
En una de las paradas del crucero por el río Nilo visitamos el complejo de templos de Karnak y su Gran Sala Hipóstila.
Estaba impresionado ante las enormes piedras que formaban el bosque de columnas mandado construir por el faraón Seti I.
Mientras contemplaba aquellas ruinas, no pude dejar de pensar en la fe que había impulsado a los antiguos egipcios para que, con rudimentarias herramientas, hubiesen llegado a construir aquellas hermosas y gigantescas estructuras.

En aquellos momentos me vino a la memoria un viejo cura que me dio clases de griego y latín cuando estudiaba, interno, en un colegio.
¡Que tiempos aquellos!. Estudiando “griego” y “latín” a la mocosa edad de nueve años.
Pues como decía, aquel profesor, ante algunas de las preguntas que le hice sobre los muchos dioses y diosas que pululaban por el Olimpo griego, puso en mis manos un enorme libro sobre la historia del Antiguo Egipto. Me dijo que lo leyera y que si tenía alguna duda le preguntase.

Aparte de los muchos dibujos y fotografías sobre templos, estatuas y jeroglíficos que mostraba aquel libro, se podía leer una detallada descripción evolutiva del panteón de los dioses egipcios y de su religión.
Viendo las imágenes y tras leer con detenimiento la amplia lista de dioses, me di cuenta de las múltiples transformaciones que se produjeron en ellos a lo largo de su dilatada historia.
Dioses que aparecían y desaparecían con el paso del tiempo. Algunos volvían a ser adorados y reverenciados con distinto nombre pero con los mismos atributos. Otros eran nuevos para el pueblo, asimilados de las liturgias de otros pueblos conquistados y considerados como propios, en un sincretismo típico de todas las religiones.
Deidades que "subían" o "bajaban" de categoría al amparo de los diferentes gobernantes o por efecto de las fuerzas sociales imperantes en cada momento. Pasaron del politeísmo al monoteísmo y de vuelta al politeísmo según las conveniencias de sacerdotes, reyes o faraones.
Su clase sacerdotal gozaba de un enorme poder sobre el pueblo. Lo demostraron haciendo dioses a sus reyes, ordenando la construcción de imponentes templos y de gigantescas tumbas. Manipulando, controlando y tutelando la moralidad y los sentimientos de sus "fieles" seguidores. Todo a la mayor gloria suya, de su religión y de sus dioses.
Hasta que llegó un momento en que las circunstancias económicas, políticas y culturales cambiaron. Sus religiones fueron sustituidas por otras. Sus dioses cayeron en el olvido. Los templos, abandonados, se convirtieron en ruinas y sus piedras se usaron para construir santuarios de nuevas religiones. Los nuevos símbolos sustituyeron a golpe de cincel a los antiguos...

Una vez leído el libro se lo devolví al viejo profesor dando las gracias por el préstamo. Me contestó con una sonrisa paternal, preguntando si tenía alguna duda o si quería aclarar algo.
Sin pensar en las posibles implicaciones, le hice una simple y sencilla pregunta:
-¿Le va a ocurrir lo mismo a la religión católica?.
Recuerdo que la sonrisa desapareció de su rostro. Después de un rato, mientas me miraba fijamente a los ojos, contestó con voz pausada.
Su respuesta fue más escueta que mi pregunta:
-Posiblemente sí.
Desde aquel día, siguió dejándome libros para leer. Curiosamente todos de botánica y zoología.
Si por suerte aquel viejo profesor aún viviese, no podría imaginar la cantidad de preguntas que se me ocurrieron tras aquellas lecturas.
Las respuestas no las encontré en ninguna religión. Gracias a aquel cura, aún sigo leyendo libros de botánica y zoología.

No hay comentarios: