sábado, octubre 21, 2006

FUNDACIÓN E IMPERIO


Esto es historia-ficción.
Cualquier parecido con la verdadera Historia es mera coincidencia.

Todos los imperios, y sus culturas asociadas, que hubo y habrá en el Mundo tienen un principio, una etapa de desarrollo y crecimiento, luego una estabilización, para pasar a un declive y su posterior desaparición.
Las últimas etapas son un proceso lento, pero en continuo deterioro exponencial.
Se produce una degradación en todos los aspectos, que es más evidente en la corrupción de los comportamientos políticos y en un claro deterioro de la defensa de la propia cultura. Valores estabilizadores imprescindibles en el entramado organizativo de todo imperio que se precie.
Cuando esto ocurre, comienza la decadencia del imperio y suele concluir con su sustitución por otra u otras culturas y potencias emergentes que acaban ocupando su lugar.
En los dos últimos siglos, la supremacía o el dominio cultural y político en el ámbito mundial está representado por lo que podemos llamar la “alianza” anglo-estadounidense.
Pero el proceso comenzó mucho antes. Comenzó con la caída del Imperio Romano y de la cultura greco-romana asociada a este.
La estabilidad que implicaba Roma se vino abajo en un proceso que duró siglos y que abarcó todo un largo periodo que los historiadores denominaron “Edad Media”.
Los conocimientos, normas y códigos en los que se basaba toda la cultura grecorromana, origen de la futura civilización democrática, corrían el riesgo de desaparecer con el ocaso y destrucción del imperio.
Era imprescindible conservar tan importantes parámetros culturales.
Para ello, se precisaba una organización que reuniese y aglutinase todo el saber y los conocimientos dispersos por el imperio antes de que desapareciera.
Esta Organización debía de ser estable y permanente, con una autoridad estructurada internamente de forma jerárquica, inquebrantable e inflexible, pero a la vez versátil, resistente a los embates de los convulsos cambios que iban a producirse durante tan largo proceso, pero que supiese adaptarse a ellos.
Solo una Institución cumplía estos requisitos: una estructura basada en una creencia religiosa.
Una religión. La religión de los cristianos. La Iglesia Católica.
Una religión monoteísta de origen judío y que tras recibir el barniz de la cultura greco-romana se convirtió en la religión oficial del imperio.
Crecida y difundida al amparo del poder que emanaba de los emperadores de Roma, supo siempre mantenerse al lado de la autoridad política. Muchas veces, en simbiosis perfecta, logró controlar y dirigir el poder político de acuerdo con sus intereses no siempre espurios.
Cuando las estructuras política y económica se resquebraban, solo esta permaneció intacta y segura. Es más, aumentó su poder y su influencia a medida que iba aumentado el deterioro de las otras.
La Iglesia Católica era ideal para servir de receptáculo y amparo de toda la Cultura greco-romana. Y lo hizo con notable sabiduría y dedicación. No solo la preservó e impidió su deterioro, sino que en ciertos momentos logró engrandecerla y reforzarla con aportaciones dignas de elogio, buscando una mayor perfección del ideal griego.
El paso del desierto fue largo, y a veces oscuro y doloroso. Pero la semilla de una Cultura, guardada y protegida en las iglesias y conventos cristianos, sirvió de estímulo para el nacimiento de una nueva y poderosa Europa que tuvo el poder de dominar el mundo durante varios siglos.
Pronto esta función de custodia y protección de la Cultura, realizada por la Iglesia, dejo de ser considerada como necesaria al pasar a manos de las nuevas y poderosas estructuras sociales, nacidas al amparo del Imperio. Con ello, la Iglesia pierde el poder terrenal que llevaba implícito el monopolio de recopilar y guardar todo el Saber acumulado.
Como en todo Imperio que se precie, el declive comienza a percibirse en el entorno que rodea a la civilización occidental.
Todo empieza con el deterioro de los valores que sirven de base a dicha Civilización. Ante cualquier agresión externa o interna a esos valores, la respuesta es fingir que no se ve, no se siente, no se aprecia el ataque como tal. La reacción es mirar para otro lado. Nada tiene importancia.
Con ello lo único que se logra es que los atacantes se sientan fortalecidos ante tanta cobardía. Las siguientes agresiones son más atrevidas, descaradas e intensas. Los ofensores se consideran ofendidos.
La autocomplacencia, la búsqueda del hedonismo como valor absoluto, la huida por el camino más fácil, la falta de coraje ante las dificultades, la dejadez, la falta de creencia en los valores democráticos como pilares de la Civilización, hacen el resto.
Para que una Cultura permanezca, lo primero que se necesita es la existencia de individuos, personas, que crean en ella.
El Imperio Romano comenzó su desintegración cuando las legiones que defendían sus fronteras fueron constituidas por mercenarios reclutados entre los propios enemigos.
Las invasiones más rápidas y efectivas se hacen desde dentro.
Pero eso es el futuro. Pura historia-ficción.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Aunque lo comentas como algo de historia-ficción, muchos han visto la necesidad de preservar la cultura grecolatina ante un imperio que se desmorona como la causa fundamental del decreto de Constantino, que instituye el crisitanismo como religión del imperio.
En la actualidad lo que estamos observando (al menos desde mi humilde punto de vista) es el desmembramiento del imperio de la Iglesia como tal. Cada vez más cuestionada desde dentro y desde fuera, se va refugiando en sus viejos dogmas que nunca han convencido fuera de Europa (puesto que están sustentados en una matriz cultural que les es impropia en el resto de contienentes) y que están fuera de lugar en la sociedad posmoderna que vivimos.
Realmente espero que el futuro de la iglesia (y ahora con minúsculas) sea mucho menos imperio y mucho más asamblea. En eso es en lo que está mi empeño...

mrci dijo...

La existencia de la Iglesia como "Fundación" constituida con las funciones de proteger, conservar e incluso ampliar las bases socio-culturales "occidentales", durante el largo periodo posterior a la decadencia y desaparición del Imperio Romano es un "concepto" arraigado en algunos pensadores.
La pérdida de estas funciones por parte de la Iglesia, en los últimos tiempos, hace pensar en la necesidad de una "segunda Fundación" que vuelva a aglutinar y proteger los valores culturales democráticos ante el peligro de su desaparición por nuevas o no tan nuevas amenazas.
El desaparecido escritor Isaac Asimov ya dejaba caer esta "idea" en sus novelas que forman el llamado "Ciclo de Trantor", más conocido como la "Trilogía de la Fundación".
Pero esto es Ciencia-Ficción.
Saludos norteños :)