domingo, noviembre 12, 2006

SUPER E HIPERMERCADOS


Hace varios días que no voy al “hiper”. Supongo que no tengo los niveles precisos y en cantidad suficiente de depresión acumulada.
Me explico.
Tengo la teoría, compartida por muchos, de que la gente va a los supermercados no solo a comprar las cosas que no necesita, sino que utiliza las compras y sobre todo la permanencia en esos enormes espacios como válvula de escape para intentar borrar sus frustraciones, depresiones, tristezas y desilusiones.
Saben, todos sabemos, que el día que “toca” ir al supermercado es para comprar algo.
Lo que sea.
Aunque no necesitemos nada.
Una vez allí, seguro que encontraremos algo totalmente inútil, cualquier cosa que no nos hace ninguna falta pero que acabaremos comprando.
La ausencia crónica de dinero ya no es un problema, al menos no el más importante, tienes en la cartera la "maravillosa" tarjeta.
Ese pequeño pero poderoso rectángulo de plástico que te regala el propietario para poder “quemarlo” en lo que quieras.
Luego, a un mes vista... ¡Dios dirá!.
Multitud de parejas pasean, con miradas entre perdidas y somnolientas, empujando un carrito por las distintas zonas del hiper.
¿Porqué se llamará “carrito” si es enorme?.
Y es que el tamaño, como en otros casos, si es importante, así nunca parecerá que está lleno.
Caminan por un estrecho pasillo delimitado por montones de productos con grandes letreros de “rebajados”.
Los mismos productos que diez días antes estaban medio ocultos y a mitad de precio en la zona inferior de cualquier estante.
En un vano intento de anular todo aquello que les frustra, la gente va metiendo en el carro los artículos ofertados sin pensar en la falta que les hace.
Está claro que no se puede desperdiciar tanto regalo por parte del dueño.
Por ejemplo: con un kilo de naranjas te ¿regalan? un exprimidor.
Un marido le recuerda a su pareja que ya tienen exprimidor en casa.
La mujer queda un momento pensativa, pero rápidamente contesta mientras mete dos bolsas de naranjas en el carro:
-Es igual. Por si se rompe el que tenemos.
Al ver la cara de interrogación del acompañante, la mujer le dice:
­-Meto dos bolsas y así podemos regalarle un exprimidor a tu madre que seguro que lo necesita.
El marido, con cara de resignación, contesta en voz baja:
-¡Pero si ella también tiene uno!.
La mujer da la callada por respuesta y sigue empujando el carro, ahora con dos bolsas de naranjas y dos exprimidores de regalo en su interior.
Sabe, se nota en su cara resplandeciente, que hizo un buen negocio.
Por fin llegan al final del pasillo, está tan al final, que para volver a salir tienen que recorrer todo el local.
Y es grande hasta decir: ¡basta!.
Los siguientes pasillos parecen formar parte de un indescifrable laberinto donde los productos que realmente necesitan cambiaron de sitio por arte de algún mágico embrujo.
Todo sea por hacer ejercicio y de paso meter más cosas innecesarias en el dichoso carro.
Que por cierto, ya está completamente lleno, y eso que parecía grande.
Está claro que el propietario del local piensa en todo.
Burro grande...
El marido, mirando al carro piensa que hubiese sido mejor haber cogido una cesta. Pero ya es demasiado tarde.
Mientras buscan la salida se encuentran con las galletas que no les gustan pero que vienen en una caja metálica muy útil para guardar esas “cosas” perdidas por algún cajón.
El marido tiene la osadía de pensar, sin atreverse a decir nada, en las tres cajas iguales que ya tienen en casa, sin abrir y llenas de las dichosas galletas.
Mientras, las “cosas” siguen perdidas por algún cajón.
Un poco más allá tropiezan con las mermeladas, todos los frascos están bien colocados, los más caros están situados en el estante que queda a media altura, un poco por debajo de los ojos, fáciles de coger.
Incluso el carrito "colabora". Tiene la tendencia, si lo empujan con la mano izquierda, de desviarse hacia la derecha, hacia el estante que están mirando en ese momento. ¿Pura casualidad? ¿Física elemental? ¿Unas ruedas más frenadas que otras?.
La verdad es que ninguno de los dos recuerda si les queda mermelada en casa.
Bueno, es igual, se llevan dos botes por si les hiciese falta.
Además, ¡están en oferta!.
Después de conducir el contenedor, sorteando a los que vienen de frente, llegan al área de las cajas para pagar.
Ahora toca encontrar la caja que tenga menos gente esperando y que parezca que vaya más rápido.

Pero esa es otra historia. Se la contaré otro día.

5 comentarios:

Unknown dijo...

yo además de tener en frente, al otro lado de la ría el mercado municipal, uso un super de estos pequeños pero accesibles que está al lado de casa... no me gusta nada moverme con el coche a las grandes superficies... sin embargo a mi lo que me kita el mal rollo es comprar ropa... no es ke me pase el día comprando ropa... pero uno se queda muy bien cuando llega a casa con algo nuevo... aunque sean unos calzoncillos o unos calcetines..jeje.
saludos

Anónimo dijo...

Jejeje, a comprar ropa dice Ekiots... pero lo que no cuenta es el numero de camisetas negras iguales que tiene... ni el tormento de acompañarle a comprar ropa!!
Pero bueno, la verdad es que a los dos nos da bastante pereza ir a las grandes superficies. A mi mas que relajarme me estresa. Además, termino siempre con sensación de haber perdido el tiempo!

mrci dijo...

Lo dicho...
Al final todos nos damos cuenta de que nos están manipulando, pero volvemos una y otra vez a darnos contra las mismas piedras.
Las compras compulsivas, la obsesión por mirar y remirar las mismas estanterías, buscar el último modelo de móvil que viste en una revista de informática, volver a probar aquellos zapatos de una marca determinada.
Para al final, después de dar muchas vueltas, acabar comprando unos calcetines que están en oferta por 5 euros (que luego no te entran)o una pelicula de video que "solo" cuesta 5,95 euros y que sabes que es mala de solemnidad.
Pero como esas cosas están tan baratas, no se puede desperdiciar el gran chollo que ponen a nuestro alcance.
Rara vez nos damos cuenta de la enorme y muy estudiada manipulación sicológica a la que nos someten en cuanto entramos por la puerta del aparcamiento de cualquier conocido supermercado.
A veces tengo la sensación de ser un pequeño ratón de laboratorio corriendo por un gran laberinto, mientras busco una salida.
Saludos norteños :)

Anónimo dijo...

El gran hermano nos vigila... o realmente el munndo es una especie de matrix...jejeje

Anónimo dijo...

El anterior comentario es de Ekiots, que me ha usurpado la cuenta!!