Los que tenemos una cierta memoria histórica a causa de los años, nos damos cuenta, con cierto desasosiego, que el clima ya no es lo que era.
Ahora que todo el mundo apunta al “cambio climático” como su fuese un pato metálico a tumbar en cualquier feria de pueblo, recuerdo los inviernos de hace ya muchos años, cuando la nieve cubría durante varios días y en gran cantidad los alrededores de mi ciudad.
Desde hace ya bastante tiempo, me doy cuenta que las diferencias climáticas existentes entre las distintas estaciones se van igualando. Los inviernos ya no son tan fríos. No nieva tanto y cuando lo hace no ocurre con la misma intensidad y duración. Los días de verano son más cálidos pero menos predecibles.
Pero, estos hechos, ¿son una tendencia real o surgen de apreciaciones subjetivas mías?.
En todo caso, ¿pueden ser sucesos innegables, pero solo efectivos y limitados a un reducido periodo de tiempo o a un pequeño espacio, sin posibilidad de extrapolación más allá de la zona donde vivo?.
Si fuesen reales estas tendencias, estas observaciones de mi entorno, ¿puedo extrapolarlas a otras zonas o a un futuro temporal más o menos lejano?
Aunque no tengo un primo a mano que me conteste a las anteriores preguntas, pienso que todos debemos tener claros dos conceptos importantes: “el Pronóstico del Tiempo” y “la Predicción Climática”. Dos nociones diferentes aunque relacionadas y que muchas veces se confunden.
Cualquier persona con cierto interés predictivo del tiempo a corto plazo, supondría que es absurdo pensar (dado que el pronóstico del tiempo es ineficaz después de pasados unos pocos días) que los expertos en climatología puedan hacer predicciones climáticas válidas a un año-vista, diez o, aún peor, cien años.
Sin embargo esto no es así porque estamos mezclando churras con merinas. Mejor dicho, meteorología con climatología.
Una simple analogía sirve para explicar con cierta sencillez y claridad la diferencia entre estas disciplinas.
Los resultados observados en multitud de experimentos realizados sobre el cambio climático son estadísticamente significativos a favor de dichos cambios y la mayor parte de los científicos están de acuerdo sobre la existencia real y preocupante de los mismos.
Ahora que todo el mundo apunta al “cambio climático” como su fuese un pato metálico a tumbar en cualquier feria de pueblo, recuerdo los inviernos de hace ya muchos años, cuando la nieve cubría durante varios días y en gran cantidad los alrededores de mi ciudad.
Desde hace ya bastante tiempo, me doy cuenta que las diferencias climáticas existentes entre las distintas estaciones se van igualando. Los inviernos ya no son tan fríos. No nieva tanto y cuando lo hace no ocurre con la misma intensidad y duración. Los días de verano son más cálidos pero menos predecibles.
Pero, estos hechos, ¿son una tendencia real o surgen de apreciaciones subjetivas mías?.
En todo caso, ¿pueden ser sucesos innegables, pero solo efectivos y limitados a un reducido periodo de tiempo o a un pequeño espacio, sin posibilidad de extrapolación más allá de la zona donde vivo?.
Si fuesen reales estas tendencias, estas observaciones de mi entorno, ¿puedo extrapolarlas a otras zonas o a un futuro temporal más o menos lejano?
Aunque no tengo un primo a mano que me conteste a las anteriores preguntas, pienso que todos debemos tener claros dos conceptos importantes: “el Pronóstico del Tiempo” y “la Predicción Climática”. Dos nociones diferentes aunque relacionadas y que muchas veces se confunden.
Cualquier persona con cierto interés predictivo del tiempo a corto plazo, supondría que es absurdo pensar (dado que el pronóstico del tiempo es ineficaz después de pasados unos pocos días) que los expertos en climatología puedan hacer predicciones climáticas válidas a un año-vista, diez o, aún peor, cien años.
Sin embargo esto no es así porque estamos mezclando churras con merinas. Mejor dicho, meteorología con climatología.
Una simple analogía sirve para explicar con cierta sencillez y claridad la diferencia entre estas disciplinas.
Los resultados observados en multitud de experimentos realizados sobre el cambio climático son estadísticamente significativos a favor de dichos cambios y la mayor parte de los científicos están de acuerdo sobre la existencia real y preocupante de los mismos.
Casi nadie pone en duda que se está produciendo un aumento exponencial del CO2 en la atmosfera y aceptan que la temperatura global de la biosfera está aumentando significativamente.
Solo un pequeño grupo de estos científicos aún sigue negando el problema global a pesar de las múltiples evidencias.
Otro grupo mucho más abundante aceptan la existencia del cambio climático pero se niegan a admitir que la especie humana tenga alguna influencia evolutiva en dicho cambio.
El tercer grupo y el más numeroso, está formado por científicos que aceptan la existencia del cambio climático en mayor o menor grado y afirman que el Hombre tiene una cierta importancia en la evolución de dicho cambio, pero no pueden confirmar cual es el grado de esta influencia en el proceso.
Los políticos se decantan en sus apreciaciones por alguna de estas tres tendencias actuales, aunque temo que las opiniones de muchos de ellos están influidas por intereses más o menos inconfesables.
En todo caso, hay un cuarto grupo no desdeñable de políticos que consideran que existe dicho cambio climático, pero afirman que este no es el problema más urgente a solucionar en estos momentos, a pesar de que sea grave. Aseguran que debe ser tenido en cuenta al legislar y aplicar las leyes con el fin de paliar las futuras consecuencias.
En el dudoso intento de mejorar, que no detener, la evolución del cambio climático serían precisas enormes transformaciones económicas, políticas, tecnológicas, sociales e incluso filosóficas. Precisando la conformidad y el acuerdo de todos los países, culturas y civilizaciones a nivel mundial. Sobre todo de las economías emergentes. Reformas prácticamente imposibles de llevar a cabo.
Solo tenemos que pensar en los problemas que hubo para que algunos firmasen el famoso Protocolo de Kioto. Si se lleva a cabo este protocolo solo se aplazaría el proceso. Aunque tal y como van las cosas me temo que no se va a cumplir.
Solo un pequeño grupo de estos científicos aún sigue negando el problema global a pesar de las múltiples evidencias.
Otro grupo mucho más abundante aceptan la existencia del cambio climático pero se niegan a admitir que la especie humana tenga alguna influencia evolutiva en dicho cambio.
El tercer grupo y el más numeroso, está formado por científicos que aceptan la existencia del cambio climático en mayor o menor grado y afirman que el Hombre tiene una cierta importancia en la evolución de dicho cambio, pero no pueden confirmar cual es el grado de esta influencia en el proceso.
Los políticos se decantan en sus apreciaciones por alguna de estas tres tendencias actuales, aunque temo que las opiniones de muchos de ellos están influidas por intereses más o menos inconfesables.
En todo caso, hay un cuarto grupo no desdeñable de políticos que consideran que existe dicho cambio climático, pero afirman que este no es el problema más urgente a solucionar en estos momentos, a pesar de que sea grave. Aseguran que debe ser tenido en cuenta al legislar y aplicar las leyes con el fin de paliar las futuras consecuencias.
En el dudoso intento de mejorar, que no detener, la evolución del cambio climático serían precisas enormes transformaciones económicas, políticas, tecnológicas, sociales e incluso filosóficas. Precisando la conformidad y el acuerdo de todos los países, culturas y civilizaciones a nivel mundial. Sobre todo de las economías emergentes. Reformas prácticamente imposibles de llevar a cabo.
Solo tenemos que pensar en los problemas que hubo para que algunos firmasen el famoso Protocolo de Kioto. Si se lleva a cabo este protocolo solo se aplazaría el proceso. Aunque tal y como van las cosas me temo que no se va a cumplir.
De todas formas, si la mayoría de las predicciones climáticas son reales, pienso que ya es tarde para revertir el problema.
A pesar de ello, muchos siguen cerrando los ojos ante la evidencia y no dejan de comportarse como "avestruz" que intenta guardar la cabeza en el primer agujero de ozono que se precie.
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