Tomaste la decisión hace muchos años, un poco tarde, pero en tiempo justo.
Tuviste la posibilidad de volver a intentarlo y lo lograste, en total plenitud y por duplicado, unos años después.
Ayudó mucho el amor que sentías, de la pasión surgieron nuevos senderos, nuevos caminos, tres nuevas vidas.
Tuviste la posibilidad de volver a intentarlo y lo lograste, en total plenitud y por duplicado, unos años después.
Ayudó mucho el amor que sentías, de la pasión surgieron nuevos senderos, nuevos caminos, tres nuevas vidas.
Pequeños arroyos cantarines entre las rocas de la existencia. Luego crecidos ríos con la ayuda de mucha lluvia en años contenida.
Espumaste pucheros mientras zurcías, con huevos brillantes de madera, viejos calcetines desgastados.
Recuerdo el pequeño dedal empujando la fina aguja difícilmente enhebrada al contraluz del cristal de una ventana.
Noches en vela ante la fiebre que no baja y los llantos que no cesan.
Recuerdo el pequeño dedal empujando la fina aguja difícilmente enhebrada al contraluz del cristal de una ventana.
Noches en vela ante la fiebre que no baja y los llantos que no cesan.
Sobre la frente pusiste tela humedecida en agua fría y en la boca un chupete mojado en agua ligeramente azucarada.
Alguna vez oí suspiros contenidos. Vi lágrimas, sonrisas, decepciones y alegrías en las arrugas de tu cara.
Mi nariz siente en su memoria el olor de la leche hervida y de la ropa húmeda bajo el calor de la vieja plancha salpicada de saliva.
Baberos colocados con delicada premura, protegiendo humildes pero limpios vestidos.
Alguna vez oí suspiros contenidos. Vi lágrimas, sonrisas, decepciones y alegrías en las arrugas de tu cara.
Mi nariz siente en su memoria el olor de la leche hervida y de la ropa húmeda bajo el calor de la vieja plancha salpicada de saliva.
Baberos colocados con delicada premura, protegiendo humildes pero limpios vestidos.
Aún veo acercarse la pequeña cuchara llena de alimento.
Una por papá, otra por la abuela, por el abuelo, por todos los parientes conocidos, mientras poco a poco se va acabando el plato de comida.
Fuiste el centro de la casa, la ley y el orden, el empuje y la contención, el orgullo, la bravura y el coraje. A la vez, fuiste elegante, cariñosa y comedida.
Sin medida en el amor ante nuestro desamor.
Sin medida en el amor ante nuestro desamor.
Sin rencor ante nuestra falta de gratitud, ante nuestro viles agravios y mezquinas ofensas.
En las sombrías noches solitarias, aún veo, en la oscuridad que me rodea, tu sutil y discreta mirada comprensiva.
En las sombrías noches solitarias, aún veo, en la oscuridad que me rodea, tu sutil y discreta mirada comprensiva.
Te gustaban las rosas, quizás por empatía. Apreciabas el poderoso y vibrante color rojo de sus pétalos en contraste con su tacto de terciopelo suave y delicado. Sentías respeto por sus espinas y te entristecía la fugacidad de su frescura.
No volveré a regalártelas este día.
No volveré a regalártelas este día.
Ningún día.
Solo puedo arrepentirme y recordarte.
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